Historia

España

Y en Francia por qué no nos quieren

Y en Francia por qué no nos quieren
Y en Francia por qué no nos quierenlarazon

PARÍS- La de Francia y España debe ser una de esas relaciones que por ser de las más queridas son también las más reñidas. Son muchos siglos de historia común, en ocasiones tempestuosa, como para que a uno y otro lado de los Pirineo, ambos vecinos se traten con indiferencia. Por eso cuando se miran lo hacen con admiración y recelo al mismo tiempo.

Sobre todo con recelo, cuando la pujanza de la que han presumido durante años en lo económico o lo cultural no han sido capaces de aplicarla al terreno deportivo. Teniendo que resignarse a ver cómo trofeos patrios se los adjudican un año sí y otro también deportistas españoles de la talla de Induráin, Nadal o Contador.
«Desgraciadamente, el deporte fomenta el "chauvinismo", el nacionalismo y la xenofobia», explicaba ayer a LA RAZON Jean-Marie Brohm, sociólogo del deporte y autor de numerosas obras sobre crítica deportiva. Hasta el punto de desencadenar una suerte de conflicto diplomático a cuenta de unos malintencionados guiñoles y que los medios galos, con cierta condescendencia, no han tardado en calificar de exagerada polémica.

Pero el deporte también puede generar frustración. Más aún, cuando los colores nacionales acaban sistemáticamente al final de la tabla. La última vez que un francés ganó Roland Garros fue en 1983. El artífice de tamaña gesta: Yannick Noah. El mismo que, recientemente, abría las hostilidades en «Le Monde» atribuyendo las victorias del deporte español a «una pócima mágica». Y en ciclismo, veintisiete años hace que un corredor galo no se corona vencedor en un Tour.

¿Están acomplejados los franceses? «Puede decirse que en el plano deportivo existe una rivalidad. Hay celos», reconoce Brohm. Y en la prensa especializada los periodistas galos no terminan de explicarse la sucesión de éxitos españoles.
En fútbol, Francia no se porta mucho mejor. «El Mundial de 1998 fue lo último grande que ganamos y nuestra Liga es casi de segunda», comenta el sociólogo. Resultado: los mejores jugadores se expatrían a clubes de España, Italia, Reino Unido o Alemania. «Y a nuestros equipos los acaba comprando Qatar», remata irónicamente, admitiendo un cierto «resentimiento nacional», aunque cree «obsoleta» toda polémica nacionalista en un mundo globalizado donde la mayoría de los clubes tienen capitales transnacionales.

Además, en un momento de crisis económica en que incluso París tiene que someterse a los dictados de Berlín, la autoestima gala no pasa por su mejor momento. De ahí las tensiones que, en ocasiones, rozan la xenofobia, aunque el sociólogo galo niega la existencia de un brote particularmente «antiespañol». «En general, siempre ha habido un sentimiento de superioridad por parte de los países del norte, liderados por Alemania, hacia los llamados "Club Med"como Italia, España o Portugal», afirma.
Tensiones que quizá no tendrían razón de ser si existiera una verdadera «Europa del deporte». «Es una pena que el deporte sea hoy un factor de división y de oposición entre los pueblos y no lo contrario», lamenta Brohm, que acusa a los poderes públicos de falta de solidaridad. «Falta una visión política sobre el rol del deporte en el acercamiento entre las naciones», concluye.

En cualquier caso, ni la reacción diplomática ni las denuncias parecen impresionar a los responsables de los guiñoles franceses, curtidos en granjearse la antipatía del personal al que parodian. Es más, mientras la polémica siga viva, amenazan con seguir atacando. «Es mejor que no nos busquen las cosquillas, porque hemos dado con un filón y puede ser muy divertido explotarlo», advertían, sonrientes, en una reciente entrevista.