
Bogotá
Colombia: sabor a café y azúcar
La Ruta Quetzal BBVA descubre los secretos de la semilla más preciada de Colombia y de las plantaciones de caña

Cuando uno piensa en Colombia, una de las primeras cosas que vienen a la cabeza es el café. Su cultivo y exportación son todo un fenómeno que emplea a más de medio millón de personas y aporta al país unos 1.500 millones de euros anuales. Por ese motivo la Ruta Quetzal BBVA no podía dejar de visitar el llamado Triángulo Cafetero –el que forman las ciudades de Cali, Bogotá y Medellín– en la que, en la práctica, es la primera visita de la expedición a este país suramericano en sus 27 años de historia, pues tan sólo pasó unos pocos días en Cartagena de Indias en 1990, hace ya más de dos décadas.
Pero antes de dejar atrás el valle del Cauca, los 224 ruteros descubrieron otro de los secretos que guarda Colombia: el azúcar. En esta zona del país, los densos bosques tropicales se alternan con interminables plantaciones de caña, que durante siglos supusieron uno de los pilares fundamentales de la economía. En la Hacienda Piedechinche, los integrantes de la Ruta pudieron conocer de primera mano la evolución del proceso de extracción del dulce jugo de la caña, desde la fundación de la explotación por parte de colonos españoles en 1716 hasta nuestros días.
Siguiendo el rastro de los preciados granos del café, la expedición llegó ya entrada la noche a la región de Quindío, en el centro del eje cafetero. Como es costumbre allí por donde pasa la Ruta, el hermanamiento con los pueblos que salen a nuestro paso es una constante, y no iba a ser menos en el Quindío. Allí, la gobernadora de este pequeño departamento colombiano nombró huéspedes de honor a los ruteros, en una ceremonia que fue el preludio a una noche en la que el astrofísico Javier Armentia descubrió a los chavales las maravillas del cielo colombiano. Lejos de las urbes y la contaminación, las estrellas, los planetas y las galaxias se ven de forma distinta. La mera observación da paso a la contemplación y el tiempo parece detenerse bajo la bóveda celestial.
Amanecer a ritmo de dulzaina
Con la llegada del día, la Ruta Quetzal BBVA afronta una jornada dedicada casi en exclusiva a la cultura cafetera, que comienza con el campamento levantándose con el sonido de la dulzaina y el tambor de los titiriteros que acompañan a la Ruta. Aunque parezca mentira por la fama desmesurada que tiene hoy en día, no fue hasta 1689 cuando las primeras semillas de esta planta originaria de la actual Etiopía cruzaron el Atlántico rumbo a América, y aún habría que aguardar hasta principios del siglo XX para que Colombia experimentase el auge del cultivo del café. En la finca El Agrado los expedicionarios se pusieron manos a la obra en la recolección y conocieron el secreto mejor guardado del café colombiano: recolectar manualmente los granos de 1,8 gramos de peso en su momento óptimo de maduración, 32 semanas.
Y como no todo en la Ruta es académico, también hubo tiempo para divertirse durante la visita al Parque Nacional del Café. En este parque temático dedicado al más preciado tesoro de Colombia y enclavado en un paisaje idílico –donde también hay un museo de esta planta– los ruteros cantaron y bailaron al son de la cumbia y la salsa, los ritmos latinos propios de estas tierras, que tuvo como colofón un espectáculo de danza y música en honor a la historia del café. Por cierto, por extraño que pueda parecer, ni rastro de aroma a café en las vastas plantaciones de esta semilla. Sólo una vez tostado nos regala su inconfundible olor.
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