Sevilla

El cabo del miedo: Undiano tiene premio

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Ya es culpable

Pase lo que pase recibirá la crítica desaforada de una de las dos partidas de «hooligans» a las que se ha reducido el periodismo deportivo español.
 

En las procesiones del Jueves Santo desfilará como penitente, para expiar sus pecados de la vísperas, el árbitro de la final de Copa. Pase lo que pase en Mestalla, Alberto Undiano Mallenco recibirá la crítica desaforada de una de las dos partidas de «hooligans» a las que Real Madrid y Barcelona han reducido el periodismo deportivo español. Si Messi se exhibe como suele, medio país se levantará en armas contra él haciéndole los coros al patético lloriqueo de Mourinho. Si es Cristiano quien está más inspirado, el otro medio lo implicará en la conjura de la derecha mesetaria a la que en Las Ramblas se achaca cada fracaso culé. En las respectivas redacciones militantes se guarda un dosier con los presuntos agravios arbitrales sufridos desde la época de Escartín. «Aventar en caso de derrota», pone en la carpeta.
No sabría decir si el nivel de los árbitros españoles es alto o bajo, pero sí se puede afirmar que el ambiente en el que desarrollan su labor es irrespirable. La amenaza de una demoledora campaña de propaganda en su contra no mina su honestidad, pero sí determina qué deben señalar en caso de jugada dudosa. En la semifinal de Copa, Undiano no validó un gol fantasma de Luis Fabiano a Casillas. Nadie sabe si entró, pero todos, incluso en Sevilla, admitimos que hizo bien en no conceder el tanto. ¿Por qué? Porque la polémica duró entonces lo que tardó en terminar el partido, pero, en caso contrario, todavía hoy se estaría hablando del robo, de la camiseta del Barça que se puso un día para jugar en la playa o de aquella vez que vino a la Feria de vacaciones.


Lucas Haurie


Undiano (niano, niano)

Se supone que con el navarro, esa perla humana que pita, se evitan problemas y suspicacias y malos rollos porque es un buen chico.

 

Undiano pitará la final de Copa y con su designación, a la Federación Española de Fútbol se le ha quedado cara de «a mí que me registren». Se supone que con el trencilla navarro, esa perla humana que pita, se evitan problemas y suspicacias y malos rollos, porque Undiano es un buen chico que no gesticula, ni se echa la gomina por lo alto, y que deja jugar lo justo, es decir, entre fuerte y flojo. Ya con las gafas puestas parece que esa perla humana que pita es más una lenteja negra y estoy convencida de que mi estimado vecino de página aún le recordará junto a su fiel escudero Fermín, el del banderín, anulando un gol del Sevilla en la semifinal de Copa frente al Real Madrid, por no hablar de las entraditas que perdonó a varios jugadores blancos. Undiano también tiene un sitio especial en los recuerdos amargos del Mundial por perjudicar con sus tarjetas a Alemania, el equipo que nos deslumbró por su comportamiento caballeroso en su choque contra España, y hace bien poquito le birló un penalti al Chelsea en la Liga de Campeones que también nos torció un poquito el gesto. En sus estadísticas destaca su afición por pitar penaltis a favor del Madrid con muchísima soltura, pero los merengues se quejan de que el Barça nunca pierde cuando arbitra, así que ya tenemos, pase lo que pase, otra vez lío. Dicen que es el mejor, pero lo único que es cierto es que es indefinible. Ni bueno, ni malo, ni chocante, ni especial, ni diferente, ni genial. Sólo es Undiano, políticamente correcto y estadísticamente incorrecto. Ya me contarán cuando pite el final del partido.


María José Navarro