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Cine con freno y marcha atrás

La Razón
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Salieron ayer las nominaciones para los Goya y ya nos vamos preparando para la ceremonia de complacencias y autocompasión de todos los años, esperando cada vez que sea más corta y entretenida. En esta ocasión puede que quede algo feo que Álex de la Iglesia, como gran jefe blanco de la Academia, barra con su «Balada triste de trompeta», pero como él mismo dice, la película no es sólo suya, sino de todos los que en ella han participado, y ahí está un poco el secreto de estos premios, donde las producciones con un equipo más extenso logran de paso un mayor número de votos sin dejar hueco a muchas incertidumbres, que no existen en el caso de «También la lluvia», a la espera del juicio de la Academia de Hollywood sobre el filme de Bollaín, la clásica película armada de prestigio que pocos ven, y sí en el «Pa negre» de Villaronga con todos sus elementos sorpresivos que ya asombraron en el Festival de San Sebastián, a pesar de su limitada carrera comercial, hablada en catalán y con un tema que ya produce repelús como la posguerra, pero cargada con el particular universo inquietante y singular magnetismo de su lunático autor.

Gane quien gane, aquí el problema es todo lo que va perdiendo el cine español en una implacable mecánica de freno y marcha atrás. Si en la temporada pasada tirábamos cohetes ante el éxito de determinados títulos, en ésta resulta que juntando a las más taquilleras no llegan siquiera a la recaudación del «Ágora» de Amenábar. Llegan otra vez los sollozos lastimeros. Nos quejamos del varapalo que le han dado a la ley Sinde, pero ¿conocemos a mucha gente que se descargue películas españolas? Con todos los cineastas que tenemos en el censo, cabría exigir unas cuantas producciones más estimulantes y originales. Está claro que en el siglo XXI hay que cambiar los sistemas de financiación y exhibición, sin que se sepa todavía cómo. Entretanto, podemos conformarnos con ponernos guapos en la fiesta y sonreír para salir en la foto.