El Cairo

El Cairo y Rabat

La Razón
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Una vez aleccionados de que España no es Grecia, ni Irlanda, ni Portugal, llega ahora la segunda lección de Geografía básica: Marruecos no es Egipto. Lo dijo hace días Trinidad Jiménez, que si bien no pudo comprobarlo con sus propios ojos porque no le dejaron entrar en El Cairo durante su reciente gira por Oriente Próximo, se maneja muy bien con el Google Maps. Y dijo más: que a Mohamed VI no le sucederá lo que al tunecino Ben Ali o a la momia de Mubarak porque el rey marroquí ya hizo las reformas que pedía el pueblo. Tal vez eso explica que el monarca alauita se fuera de vacaciones a Francia en el preciso momento en que Túnez ardía por los cuatro costados. De creer a doña Trinidad, Marruecos estaría entre el oasis y el spa relajante, con el pequeño inconveniente de que expulsan de allí a los periodistas españoles y se censura a la Prensa crítica. Por lo demás, las estadísticas oficiales demuestran que Marruecos no es, ni de lejos, Egipto. De hecho, está mucho peor. Por ejemplo, la renta per cápita del marroquí es de 3.200 euros, 1.000 euros inferior a la egipcia. El 48% de nuestros vecinos es analfabeto, el doble que en el país del Nilo. En ambas naciones hay un mismo porcentaje de jóvenes, el 28% de la población, de los cuales en Marruecos están en paro el 60%. Otro dato: el 37% de los marroquíes confiesa que emigraría para siempre si pudiera. No parece que éste sea el retrato de un régimen que ha hecho las reformas «que pide el pueblo». Al contrario, su realidad parece más lacerante que la de Egipto, la corrupción política no es menor, la frustración de los jóvenes alcanza similares proporciones y aunque la fortuna personal de Mohamed VI es la mitad que la de Mubarak (40.000 millones de euros), se debe a que tiene menos trienios. Por tanto, que la ministra de Exteriores haga el diagnóstico del avestruz resulta inquietante. Claro que hay diferencias entre los países árabes, pero no favorecen al régimen alauita ni tranquilizan a sus vecinos europeos. De hecho, hay tres diferencias básicas entre Mohamed VI y los derrocados Bel Ali y Hosni Mubarak, a saber: aún no lleva 25 años en el trono y reúne en su persona el poder político y el religioso, lo cual le otorga cierta aureola de intangibilidad. La tercera diferencia es que Mohamed VI nunca perteneció a la Internacional Socialista, como sí pertenecieron los otros dos sátrapas durante décadas sin que Blanco ni Pajín se hayan escandalizado. Dicho lo cual, o el comendador de los creyentes impulsa sin excusas ni rodeos las reformas que demanda el pueblo, o habrá que reforzar el parque de bomberos de Ceuta y Melilla porque el incendio llegará hasta sus puertas.