Literatura
Javier Calvo: «Mi primera reacción siempre es huir de la modernidad»
El Siglo de las Luces dio paso a otro en el que las urbes escondían lugares muy oscuros frecuentados por una fauna tétrica y fotofóbica. Un gran caldo de cultivo para el género policial que nació bajo el sello de autores como Arthur Conan Doyle o Edgar Allan Poe. Javier Calvo recrea en «Corona de Flores» (Mondadori) un universo casi onírico ambientado en los bajos fondos de la Barcelona premodernista, allá por 1877, donde un singular cuerpo de Policia se enfrenta al bautizado asesino de la esperanza. En su quinta novela, Calvo, traductor de profesión y escritor de nacimiento, ha preferido alejarse de las expectativas que había generado con sus anteriores trabajos. La crítica ha dicho de él que penetra en las claves de la literatura moderna y les da una vuelta de tuerca, y ha cambiado por completo de registro.
Libertad creadora«Cuando aparece una manifestación colectiva de grupo, como futuro de la narrativa, mi reacción es intentar hacer algo totalmente opuesto, huir de la modernidad y, como he hecho en esta novela, meterme en el siglo XIX. Porque, respecto a las expectativas que se nos imponen para mantener cierta coherencia con el resto de nuestra obra, siempre intento defraudar y cambiar de registro entre libro y libro», explica el novelista. El XIX representa un mundo en el que la superstición y la ciencia luchaban por sobrevivir, «un siglo tenebroso y perfecto, si quieres hacer una historia violenta e ir a la base del género policial. Uno de los protagonistas del libro es un comisario de Policía y se dedica a torturar y maltratar a la gente, en realidad, por lo que yo pude leer mientras me documentaba, era una conducta estándar para un policía de la época», asegura Calvo. En cuanto a los personajes, dice que quiso experimentar en «Corona de flores» y suprimió los papeles femeninos de la trama principal: «Descubrí que al quitarlas de la historia ganaba una atmósfera más agresiva, todo se volvía más violento», confiesa. En la novela la ciencia se encuentra en un estado de cambio constante e incierto, máquinas experimentales y teorías descabelladas le otorgan un toque romántico: «Me inspiré en esa fase embrionaria de la ciencia que, vista desde nuestros días, es una atrocidad. Pero la idea de que alguien pudiera estar tan desconectado para pensar que podía inventar una máquina capaz de encontrar el origen de la vida electrocutando a gente, me pareció muy atractiva». El autor, que asume tener influencias de forma inconsciente de otros autores con los que disfruta, como el novelista gráfico Alan Moore, confiesa que en ocasiones toma ideas de sus sueños.
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