Debate Estado Nación
El patriotismo de Zapatero
Rodríguez Zapatero y su equipo han querido resucitar la palabra «patriotismo», y hacer de ella una bandera para la defensa del Gobierno de España, es decir de su política, en particular de su política económica. El uso que los socialistas están dando al término revela cuál es el sentido que tiene para ellos la palabra patria o, más sencillamente, la palabra «nación». También se puede hablar, si se prefiere rebajar el voltaje emocional, de «país», como hace el propio Rodríguez Zapatero cuando dice, con una de esas expresiones indeciblemente pintorescas con las que nos martiriza, que hay que hacer una política «de país».
Antes que una emoción o un llamamiento al combate, el patriotismo es una virtud, una virtud cívica que postula la existencia de una comunidad nacional, articulada políticamente, en la que un grupo amplio de personas comparten un territorio, una historia, un sistema político y jurídico que es fruto –en nuestro caso– de miles de años de trabajo de generaciones anteriores y que nosotros mismos legaremos –mejorado o no, eso depende sólo de nosotros– a los que nos siguen. El patriotismo no es una inflamación exaltada del orgullo colectivo. Es la disposición a compartir con los compatriotas los frutos del propio trabajo. También alimenta la confianza en que nuestros compatriotas no pretenden aniquilarnos, y es por tanto el único fundamento posible –al menos hasta ahora no se ha encontrado otro– de un sistema político que respete la alternancia y el pluralismo. Lejos de cualquier agresividad, el patriotismo es una virtud pacífica, que alienta la lealtad, la cooperación y la tolerancia. No hay democracia sin patriotismo.
Si se tiene en cuenta que los socialistas llevan más de ocho años gobernando contra el «enemigo» político –es decir contra el PP, sus votantes y simpatizantes–, se entiende que el «patriotismo» de Rodríguez Zapatero y sus huestes tiene poco que ver con esta definición clásica. Los socialistas lo entienden más bien como el llamamiento a envolverse en una bandera que significa que el único que lleva razón –y toda la razón– soy yo. Al adversario político… el pacto del Tinell. Rodríguez Zapatero, que no cree en la nación, como él mismo se encargó de aclarar, aplica este «patriotismo» como argumento político. Quien no está conmigo está contra vosotros, viene a decir, esperando que alguien le preste todavía algún crédito.
Bajo esta actitud que se quiere heroica y resulta muy otra cosa, lo que está proponiendo es un programa de resistencia digno de quien siempre ha venerado los grandes iconos del socialismo en un solo país. Los españoles, con el glorioso Rodríguez Zapatero al frente, clavado en la barricada de La Moncloa, hemos de estar dispuestos a resistir el asedio de los especuladores inhumanos, las embestidas de unos mercados que nos quieren dictar su política. Apoyar a Blanco, a Pajín, a Rubalcaba y a Salgado, sacrificarnos por ellos, es un deber moral y un ejemplo histórico… Como nos descuidemos, estos «patriotas», como todos los de su linaje, nos dejan en camisa.
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