África

Ceuta

Los amigos africanos

Los europeos, incluidos los españoles, tenemos mucho que ganar si nuestros vecinos de África salen por fin del atraso 

La Razón
La RazónLa Razón

Durante casi toda nuestra historia reciente, los españoles hemos demostrado muy poco interés por África. No fue siempre así, como lo demuestran las Islas Canarias y la presencia española en el continente, desde hace siglos, con enclaves tan importantes como Ceuta y Melilla. A finales del XIX, Joaquín Costa se imaginó que su país podría participar de la empresa colonizadora europea y, en su imaginación algo calenturienta, soñó con viajar a sabanas salvajes pobladas de leones y jirafas. La presencia en Marruecos no acabó bien, aunque Marruecos forma parte todavía de los recuerdos de muchas familias españolas. Después del colapso del comunismo, el continente africano quedó al margen de la globalización, condenado a la pobreza cada vez mayor, a conflictos atroces, a la despoblación. Los políticos españoles, salvo excepciones casi heroicas, lo dieron por perdido.

Hoy, con una España cada vez más ensimismada en sus problemas y sus fantasías, cada vez más provinciana –que es lo quiere decir, sobre todo, el Gobierno de Rodríguez Zapatero–, lo que está sucediendo en África, nuestro vecino, corre el riego de pasar desapercibido o desdeñado.El Mundial de fútbol de Sudáfrica nos debería abrir los ojos, más allá del comportamiento de la selección y las quejas sobre las famosas vuvuzelas. Y es que uno de los efectos de la crisis ha sido un cambio en el orden internacional. Así como el mundo occidental, hasta ahora hegemónico, ha retrocedido y retrocederá cada vez más bajo el peso de la deuda, el envejecimiento y las pocas ganas de trabajar, emergen nuevos agentes como China, India o Brasil. Hablar de África en este contexto es engañoso y un poco paternalista, pero resulta útil para comprender cómo incluso las regiones más atrasadas y más pobres pueden beneficiarse de la globalización.Sigue habiendo zonas devastadas por los conflictos, Estados fallidos y problemas de pobreza y racismo, pero –como ha apuntado, entre otros muchos, el francés Nicolas Baverez– han entrado en vías de pacificación otros, como los de Angola, Mozambique y Rwanda. Hay cada vez más países con elecciones libres. Y más que nada, la economía ha empezado a crecer… del orden de un 5,3 por ciento de media entre 2000 y 2010, mientras que Europa lo hacía en un 1 por ciento. La crisis no ha provocado una recesión, como ha ocurrido aquí, y la extrema pobreza, que sigue siendo terrible, baja sin embargo de un 42 a un 31 por ciento de la población. Es el efecto del crecimiento, de la mayor productividad, de la creación de empresas, de la inversión extranjera y de los intercambios comerciales, y no de los viajes con fotos tribal fashion que tanto gustan a nuestros socialistas. Los europeos, incluidos los españoles, tenemos mucho que ganar si nuestros vecinos salen por fin del atraso. Si la tendencia se confirma, nos encontraríamos ante uno de los grandes momentos de la historia de la humanidad. Estaría bien que empezáramos a ver a los países africanos, y a sus habitantes, como socios y como amigos.