Literatura
Baudelaire sin censuras
Se editan dos libros sobre el autor, uno que recoge sus dibujos y otro con los poemas de «Las flores del mal» que vetaron publicar en su día
En agosto de 1857, se dictaba sentencia contra Charles Baudelaire. Se le acusaba de ofender la moral religiosa, de lo cual iba a quedar absuelto, pero en lo que concierne a la moral pública y a las buenas costumbres, la resolución fue distinta. Se le reprochó conducir «a la excitación de los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor» en su libro «Las flores del mal», que «contiene pasajes o expresiones obscenas e inmorales», según el juez, y que el propio autor definió como un «mísero diccionario de la melancolía y el crimen». En concreto, se trataba de seis poemas por los cuales el poeta tuvo que pagar una multa de trescientos marcos, estos son: «Lesbos», «Mujeres condenadas», «El Leteo», «A la que es demasiado alegre», «Las joyas» y «La metamorfosis del vampiro», hoy versionados por Jaime Siles e ilustrados por Pat Andrea en «Las flores del mal. Los poemas prohibidos» (Libros del Zorro Rojo).
Lo que es menos conocido, dentro de la leyenda de bohemio prostibulario y rebelde que rodeó la existencia de Baudelaire, es que en el mismo año en que era procesado por su polémico poemario, recibió del gobierno francés una ayuda económica a la creación de dos mil quinientos francos. El poeta parisino sería víctima de sus propios excesos (drogas, alcohol y muerte por sífilis), pero por el camino dejó una obra lírica –la citada más los «Pequeños poemas en prosa» (1862)– cuya influencia en toda la poesía universal posterior es inmensa. Asimismo, también se dedicó a la prosa, con la novela «La Fanfarlo» y el ensayo sobre drogas «Los paraísos artificiales», y en su haber también hay apuntes a modo de diario, aforismos que ahora se recogen en un volumen precioso, «Dibujos y fragmentos póstumos» (editorial Sexto Piso).
En él, el escritor mexicano Ernesto Kavi ha seguido la dispersa senda de los dibujos de Baudelaire, logrando reunirlos todos, tanto los que se publicaron en su día, póstumamente, como los pertenecientes a colecciones privadas. «Baudelaire siempre creyó que el hombre debía ocuparse sólo en cultivar la belleza, en satisfacer sus pasiones, en sentir y en pensar», dice el traductor, que tras los interesantes bocetos del poeta (retratos y autorretratos, sobre todo) edita los manuscritos con los que esa idea se materializa con diafanidad. «Proyectiles» y «Mi corazón al desnudo» –fragmentos que ya tradujo Rafael Alberti en 1943; él los llamó «diarios íntimos»–, más «Pensamientos y aforismos», «Ideas y listas de obras» o «Proyectos de prefacio a "Las flores del mal"» son algunos de los bloques en los que Kavi divide la obra fragmentaria de Baudelaire, que abarca el periodo 1854-1866. Una edición, asegura, que «es la primera en publicar estas notas tal y como Baudelaire las dejó después de su muerte».
Una vida maldita
En su libro «Baudelaire y el artista de la vida moderna» (1999), Félix de Azúa habla de cómo «la práctica totalidad de los poetas posteriores a Baudelaire le leyeron y admiraron, haciendo de él un modelo». El malditismo y lo bohemio también fueron aspectos atrayentes para muchos escritores. Baudelaire lo llevó tan lejos que, en 1845, en un cabaret, intentó cortarse con un puñal durante un ataque de histeria. Su padre entonces se encargará de las múltiples deudas de su hijo y tratará de apartarle de ese ambiente y del hachís. En 1861, y aquejado fuertemente de sífilis y ataques cerebrales y reumáticos, hablará en sus cartas sobre suicidarse.
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