Sevilla
Va por usted don Francisco
Se había producido una de las batallas más sangrientas de la guerra de Vietnam. Simultáneamente, el grandísimo futbolista del Real Madrid José Martínez «Pirri» era intervenido quirúrgicamente en un pie. El vespertino madrileño «El Alcázar» estableció su escala de valores.
La primera página del periódico la ocupaba en su totalidad una fotografía de la extremidad de Pirri vendada después de la operación, con un titular estremecedor: «El pie de Pirri». Y en la página 23, como quien no quiere la cosa, se informaba a los lectores en un recuadrito de que habían muerto trescientos soldados americanos y cuatrocientos del Vietcong en una trifulquita de poca monta. «La Codorniz» se pitorreó de aquella primera página a la semana siguiente. En un faldón de la portada, con caracteres mínimos, decía: «Ha estallado la Tercera Guerra Mundial». El resto de su portada se dedicaba a esta importante noticia: «El Deporte español arrasa en el mundo. España venció a Trupinia en canicas sobre grava».
Todos los españoles hemos sabido, incluso los que no querían saberlo, los pormenores de la lesión, la operación y la recuperación del futbolista del Real Madrid Gonzalo Higuaín. En un periódico deportivo se nos informaba, como es de rigor, de la visita efectuada por alguno de sus familiares a la clínica norteamericana –más modesta que la de los Bardem–, en la que había sido intervenido. Emocionante reacción la de la familia y un gesto muy de agradecer. Pero nadie nos informó, en esas mismas fechas, de la operación en la garganta de Curro, don Francisco, Romero, uno de los más grandes toreros que ha parido madre desde que don Pedro Romero, el rondeño uraño, se cortara la coleta a unos centenares de metros del lugar en el que, siglos más tarde, nació don Antonio Ordóñez Araujo. Se dice que entre los pinsapos de la serranía que se domina desde el «Rincón de San Cayetano», donde descansan bajo los tilos les restos de Orson Welles, Pedro Romero se trajinaba a Lolilla la «Tirantes» horas antes de la corrida, con el objeto de hacer el paseíllo con el deber cumplido y el sosiego en su punto.
Curro Romero no es sólo un torero de siglos, sino un personaje querido y admirado en toda España. No ha ocultado su mal ni ha impedido que se informe de los resultados de la operación, que han sido, a Dios gracias, extraordinarios. Pero nadie nos ha contado nada. Lo he leído en una columna de Jesús Mariñas en LA RAZÓN, y me he puesto en contacto inmediatamente con mi compadre Antonio Burgos, que me ha puesto al día de la situación de Curro, de su estado de ánimo, de su voz que se recupera, y hasta del humor que se gasta el genio de Camas. Un parte que lo hubiera firmado «el equipo médico habitual» de la agonía de Franco. Pudiera ser que los informadores taurinos, por aquello del respeto y la discreción, hayan optado por el silencio para así mantener a Curro Romero en la lejanía del chisme y la mórbida curiosidad de la legión de admiradores de don Francisco. Pero caray, los admiradores y amigos de Curro Romero que no vivimos en Sevilla tenemos algún que otro derechito a ser informados. Tarde y bien lo he sabido, y escribo «bien» porque la operación ha salido de dulce, la afonía del maestro poco a poco se resigna y en menos de un mes estará plenamente recuperado y con sus ganas de siempre de invitarnos a Antonio Burgos y al que escribe a un mangazo de langostinos en el restaurante que elija, que ahí ni Antonio ni yo le vamos a imponer condición alguna. Va por usted, don Francisco. Tenemos que celebrar que España ha ganado a Trupinia en canicas sobre grava.
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