Sevilla

«Sí sí sí el Papa ya está aquí»

Una hora fue suficiente para que la Plaza del Obradoiro se llenara. Los voluntarios habían apurado la noche colocando vallas y sillas, y distribuyendo las zonas. Aquellos que optaron por permanecer en vela para encontrar un lugar preferente, lo lograron. Gritos, cánticos, rezo de laudes, confesiones... El día dio para mucho, incluso para reponer varias veces las máquinas de refresco que se instalaron en un lateral del Obradorio.

Unos 7.000 devotos abarrotaron ayer durante horas la Plaza del Obradoiro –en la imagen, había anochecido ya– para escuchar la misa del Santo Padre
Unos 7.000 devotos abarrotaron ayer durante horas la Plaza del Obradoiro –en la imagen, había anochecido ya– para escuchar la misa del Santo Padrelarazon

La plaza, al igual que las sonrisas, rebosaba. Miles de personas agitaban las manos cada vez que la gran pantalla situada al lado del altar les enfocaba y ayudaban así a sobrellevar los minutos de espera. Llamadas a los móviles desde Sevilla, Madrid o Cartagena con familiares que decían «te he visto» arrancaban la sonrisa y convertían a los allí presentes en «protagonistas».

Los seminaristas gallegos tomaron la palabra desde la escalinata de la catedral, convertida en un palco vocacional. No les hacía falta micrófono para ejercer de animadores. Lograron que los allí congregados botaran e hicieran la ola y alzaran la voz con cánticos ante la acogida al Santo Padre: «Sí, sí, sí, el Papa ya está aquí», «esta es la juventud del Papa» y «se nota, se siente, el Papa está presente». Los cadetes de la Escuela Naval Militar saludaban con sus gorras cuando les recogía la cámara y la plaza les correspondía con una ovación. A medida que los cardenales llegaban, los allí congregados aumentaban sus aplausos y, con ellos, su emoción. «Ya queda menos para que venga el Papa», decían.

Entre las autoridades que asistieron a la Eucaristía estaban en primera fila Alberto Núñez Feijóo, José Blanco, Mariano Rajoy con su esposa Elvira... Los más aclamados, después de Benedicto XVI, los Príncipes de Asturias. Don Felipe sonrió y saludó durante todo el trayecto que separaba el Hostal de los Reyes Católicos, donde almorzaron, del altar. Doña Letizia, con gesto serio, lució un abrigo en color crudo.

María Sanz, gallega, destacaba lo «emocionante» que le habían resultado las palabras del Santo Padre. «Me ha impresionado, estoy muy contenta por estar aquí». También Sonia, una voluntaria que miraba de reojo los apuntes de los periodistas, decía que «todo era una maravilla».

Bufandas con mensaje
Las bufandas donde se podía leer «Benedicto XVI en Santiago de Compostela» arropaban a niños y mayores contra el frío; otros las agitaban con energía. Aun así, el cielo de Santiago respetó el acto y no llovió. «Eso es porque el Papa lo ha pedido, se porta hasta en eso», comentaba Carlos.

Joyce Ganga estudia Medicina en Madrid y pertenece a la Parroquia de la Magdalena. Cogió anoche el último autobús para poder llegar a la Misa del Papa: «Hemos venido porque parece que es un momento crítico para un cristiano y teníamos que demostrar que estamos aquí». Han comido a base de bocadillos «donde hemos podido» y comentaba que además querían «animar a la gente para que vengan a Madrid a la JMJ».

Tras la comunión, las lágrimas se reflejaban en los rostros de algunos de los presentes. Después de la Misa, el Papa se reunió brevemente con el líder de la oposición, Mariano Rajoy. De la plaza del Obradoiro no se movía nadie y despidieron al Pontífice con cánticos de «sí, sí, sí, nos vemos en Madrid».