Educación

Cuestión de educación

La Razón
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Es difícil argumentar seriamente en contra de la necesidad de una reforma del modelo educativo español. Urge por muchos motivos, uno de ellos, para que el cuerpo docente perciba el respaldo de la sociedad y abrigue al menos la esperanza de que los alumnos no maltratarán impunemente a los profesores. La situación es de extrema e inquietante gravedad. A veces tiene uno la sensación de que hay alumnos en quienes su pésimo aprovechamiento se considera un éxito comparado con la posibilidad de que en un arrebato de ociosidad hubiesen quemado el colegio. Largos años de absurda tolerancia han desembocado en una situación insostenible y conviene tomar medidas. Es necesario también que las decisiones se adopten sin vacilaciones y con carácter de apremio. Uno contempla a veces las actuaciones de los muchachos y llega a la conclusión de que algunos de ellos están respecto de la excelencia académica a la misma distancia que sus perros. Pertenezco a una generación de estudiantes sumisos que se ponían en pie cuando el profesor entraba en el aula y evitaban cualquier ruido durante la clase. Cursé el bachillerato en un instituto de enseñanza media con un cuadro de profesores eficientes y respetables que incluso cuando carraspeaban decían cosas que valía la pena anotar. Edmund Hillary coronó el Everest cuando yo era sólo un niño y me enteré porque ya entonces leía el periódico. España era un país pobre y atrasado en el que sólo los ginecólogos sabían lo muy abajo que tenían la garganta las mujeres. Pero en la enseñanza pública aprendimos que, por dolorosa que sea, no hay una sola guerra que un buen maestro no pueda convertir en una lección de geografía.