Francia
A las armas ciudadanos
«Aunque están intentando boicotear la reunión, esto es imparable». José María del Nido se siente, en el epicentro de una polémica de alcance nacional, como la Caballé sobre el escenario de la Scala. El presidente del Sevilla asumió ayer el liderazgo de los dirigentes que no están de acuerdo con el desigual reparto de los ingresos televisivos, todos a decir de él mismo, y anunció que «alrededor de quince han confirmado su asistencia» a la reunión de levantiscos que mañana se celebrerá en el Sánchez Pizjuán.
Entre los presentes se contarán los mandatarios «del Atlético de Madrid y el Valencia», los que conforman el segundo escalón tras Real Madrid y Barcelona y los que, en su opinión, «deberían ser quienes abanderasen este movimiento por ser los dos clubes con mayor masa social». No acudirá a la llamada de Del Nido el presidente del Getafe, Ángel Torres, pero no por su permeabilidad a las presiones que puede estar recibiendo desde la sociedad no anónima de la que es socio, pues «ha mostrado su adhesión a las medidas que se puedan tomar». Y aunque no hay becario al sur de Despeñaperros a quien alguien del Sevilla no haya filtrado que Florentino Pérez está detrás de las llamadas de sabotaje, Del Nido no se atrevió a nombrarlo. Sin duda, un caudillo prudente.
El origen del problema es que «el único país de la Europa futbolística en el que se reparte el dinero como en España es España» y por ese motivo, entre otros, «estamos acabando con la Liga porque se le ha restado competitividad. Es un escarnio que se diga que el título se lo van a jugar dos equipos en el "goal average"». Así, Del Nido se siente «respaldado por el noventa por ciento del fútbol español, que no quiere este duopolio» y aspira a que «la española sea la mejor liga de Europa y no un campeonato en el que los dos primeros sacan 25 puntos al tercero».
El Sevilla tiene un empleado que incluye citas literarias en algunos discursos de Del Nido y, en esta ocasión, la entrada elegida en Wikipedia fue «Revolución Francesa». Primero, empleó su tono más vehemente para anunciar que «esta guerra la vamos a ganar». Y, acto seguido, nombró inopinadamente a Voltaire y a Rousseau antes de ilustrar a la concurrencia con este paralelismo histórico: «Estamos haciendo una revolución imparable porque, como la Revolución Francesa, es una revolución hecha por las bases. Recuerden cómo terminó el que mandaba en Francia». Terminó, sí, decapitado, pero uno no temería por el cuello de Rosell o de Pérez viniendo la bravata de quien, en otro encendido alegato, atribuyó a Bécquer la autoría de «La canción del pirata».
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