Historia

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Experiencias de casi-muerte por José Antonio VERA

Experiencias de casi-muerte, por José Antonio VERA
Experiencias de casi-muerte, por José Antonio VERAlarazon

La cercanía del día de los difuntos nos lleva hoy a desarrollar un tema antiguo muy conocido que se repite de manera sistemática en numerosas personas que han padecido situaciones próximas a la muerte. No en todos los casos hay recuerdo, pero sí en muchos de ellos lo que se relata es parecido. En otros difiere. Personalmente he tenido ocasión de hablar con diferentes personas que dijeron haber vivido ese momento "más allá de la vida". El primero era un familiar cercano que murió a los 91 años pero sobrevivió con anterioridad a dos infartos. En una de esas ocasiones se le llego a dar por muerto y él narraba su recuerdo de aquel momento: se sintió por encima del cuerpo, oía perfectamente cuanto se decía pero no se podía mover ni hablar. De pronto entró por un agujero negro que desembocaba en una luz brillante. En el recorrido rapidísimo hacia la luz vio su vida en imágenes. Cada vez la luz era más intensa y cercana, pero antes de llegar, en un ambiente de paz, tranquilidad, placidez y lucidez, se despertó rodeado de médicos y seres queridos. También me han referido en persona experiencias menos placenteras, en sentido contrario, con sensaciones horribles, de sólo oscuridad y negritud, de ansiedad por abandonar aquel lugar. Un sondeo realizado por Gallup en 1982 concluye que sólo el 1 por ciento de sus encuestados «al borde de la muerte» tuvo una sensación de tormento. El 99 por ciento restante narró experiencias agradables pero distintas.


La literatura mundial está llena de estos relatos. Charles Aznavour lo contó con todo detalle tras sobrevivir a un accidente de coche en 1956. Y como él millones. En su best seller «Vida después de la Vida», el doctor Moody relata diferentes circunstancias de «muerte inminente». Comenta como una constante de casi todos los casos que «el individuo escucha como le dan por muerto», y comenta a este respecto que, cuando se muere, el último sentido que se pierde es el oído. El nervio que vive hasta el final es el auditivo, lo que permite al moribundo oír lo que ocurre en su entorno, amen de ruidos extraños o desagradables previos a sentirse incorpóreo. El regreso a la vida también suele ser brutal. Por supuesto que hay investigadores escépticos que atribuyen tales experiencias a la administración de drogas al enfermo o a la ausencia de oxígeno en el cerebro de la persona agonizante. Comentan algunos, en este sentido, que no hace falta estar al borde de la muerte para recordar cosas semejantes, pues al parecer también han sido descritas por personas que tomaron sustancias como LSD, psilocibina o mescalina, estaban muy cansadas o bajo situaciones de epilepsia o migraña, o bien como consecuencia de aplicar mucha presión sobre los globos oculares. Sea como fuere, lo cierto es que las «experiencias cercanas a la muerte» se relatan por millones desde hace decenas de años, sin que la ciencia llegue a encontrar una explicación definitiva o uniforme para las mismas.