Teatro

Estreno

Schrott un pedazo de Dulcamara

«L'elisir d'amore»De Donizetti. Voces: A. Kurzak, R. Vargas, F. Capitanucci, E. Schrott, I. Mataradze. Orquesta de la Comunitat Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Dir. escena: D. Michieletto. Dir. musical: O. Meier Welber. Palau de les Arts. Valencia, 26-IV-2011.

Erwin Schrott se llevó el gato al agua
Erwin Schrott se llevó el gato al agualarazon

Empieza el coro cantando «...reposar bajo un haya al pie de una colina...», para continuar hablando del sol y los segadores. En la escena hay sol, porque «L'elisir d'amore» se sitúa en una playa valenciana, pero pueblerinos segadores ni uno.... Quizá en bañador. Dulcamara se convierte en el auténtico protagonista de la obra, no como un viejo charlatán sino como un joven chulo de playa que, en vez de vender frascos de elixir, vende bolsitas de plástico con un contenido blanco. Adina es la propietaria de un chiringuito, Nemorino sigue siendo el buenazo tontón y Belcore el soldado petulante. Eso sí, convertido en el perdedor de la historia por partida doble: se queda sin Adina y un perro policía detecta en su poder la droga que Dulcamara le ha traspasado.

En una playa de Benidorm

Al fondo el mar, en medio la torreta de socorristas, tantas tumbonas con sus bañistas como en Benidorm y hasta un tobogán que se llena de espuma en la celebración de la despedida de soltera de Adina. Todo funciona con sentido para hacer pasar un rato agradable al sonriente espectador. Al fin y al cabo, eso es lo que pretendió Donizetti. Mortier se apuntó a coproducir la obra y se verá en el Real en dos temporadas. Sin duda hay muchas Adinas más en el papel que Aleksandra Kurzak, pero logra ir de menos a más, aunque se eche de menos mayor facilidad por arriba. El papel de Nemorino ha sido muchas veces rol de vuelta, en los finales de carreras y a Ramón Vargas le falta ya frescura vocal y abusa del mezzoforte, pero muestra que quien tuvo, retuvo y convence. Fabio Capitanucci cumple como Belcore y Erwin Schrott se lleva el gato al agua con su vozarrón, su frecuente «parlado» y un dominio apabullante de la escena.

El nuevo titular, Omer Meier Welber, empezó nervioso, con algunos desajustes con tenor y coro, pero se fue tranquilizando y supo respirar con los cantantes, manteniendo apagada una orquesta a la que da pena restar brillantez. El público disfrutó, aclamó y no tuvo ninguna prisa en levantarse de sus asientos. Triunfó la sonrisa.