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Memoria chilena

La Razón
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Que no se moleste Zapatero contándole al presidente Sebastián Piñera cómo fusilaron a su abuelo, y por qué. Que le pasen al nuestro un informe sobre la democracia en Chile para que no agobie a su homólogo con cursis consideraciones sobre lo mucho que se disfruta con el modelo político de la Grecia ática, porque el país largo y estrecho es (pese a Pinochet) la democracia históricamente más estable del subcontinente americano.
Usaron su energía para expandirse haciéndole la guerra a Bolivia y Perú y cabreando permanentemente a Argentina, pero no tienen afición a la guerra civil. Hasta 1973 sus fuerzas armadas fueron las únicas constitucionalistas de Suramérica, y, formadas por prusianos, eran un rigor de disciplina. Pinochet murió en su casa como senador vitalicio y, primero la presidenta Bachelet (socialista) y ahora Piñera (conjunción de derechas) no necesitan que les expliquen cómo se hace una transición política o como no se debe institucionalizar la memoria histórica, tarea de historiadores y politólogos. La herida abierta tras el suicidio de Allende fue otro terremoto, pero, como los mineros atrapados en el desierto de Atacama, los chilenos van a lo positivo: crecer al 5% y ensanchar la clase media royéndole los zancajos a la pobreza extrema. Se lee su obra pero no hay procesiones a Isla Negra donde Pablo Neruda murió antes por el «golpe» que por el cáncer que lo postraba. Piñera, con su fortuna metida en un «fondo ciego», ha de darse prisa porque sólo cuenta constitucionalmente con un mandato. Lo mejor sería que Zapatero escuchara atentamente a su visita.