Crisis política en Italia
El síndrome de Romano Prodi
Italia ha tenido de media un Gobierno nuevo cada año desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. La inestabilidad, mal endémico de la política transalpina, vuelve ahora a acechar a un primer ministro italiano. La fractura del Pueblo de la Libertad (PDL), consumada ayer con la formación del nuevo grupo parlamentario dirigido por Gianfranco Fini, deja a Silvio Berlusconi en la cuerda floja: deberá recabar apoyos entre los «finianos» y la oposición para sacar adelante sus propuestas en el Parlamento. El difícil escenario que a partir de ahora afronta «Il Cavaliere» recuerda mucho al que sufrió el anterior premier, Romano Prodi. Su Gobierno en minoría fue incapaz de hacer reformas de peso y estuvo meses tambaleándose hasta que la traición de uno de los minipartidos que formaban la coalición acabó derribándole. La pelea entre Fini y Berlusconi con la consecuente balcanización del centro derecha supone una nueva oportunidad perdida para Italia. Con la sólida mayoría que, hasta ahora, tenía el Gobierno, se podía haber puesto en marcha la modernización que el país pide a gritos. El escenario que ahora se abre es el clásico de la política italiana: peleas, acuerdos imposibles y previsibles cambios de chaqueta. A Berlusconi, al menos, le queda un consuelo: cuando fundó junto a Fini el PDL contaba con el apoyo de alrededor del 60% de sus diputados, venidos de su antigua formación, Forza Italia. Ahora han sido muchos menos los que han seguido al presidente de la Cámara, sólo poco más de un 10%. En estos meses de cohabitación, «Il Cavaliere» ha seducido a muchos de los antiguos lugartenientes de Fini.
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