Patrimonio
Entre recuerdos de zares y caviar
Cuando uno viaja a Moscú descubre que de la Rusia de los zares sólo quedan los monumentos, eso sí, entremezclados con los edificios y centros de negocios más modernos de Europa. Pero uno no puede dejar de admirar las cúpulas de la catedral de San Salvador, el templo más alto de la iglesia ortodoxa, y más bello, añado yo. O la majestuosa y colorida belleza de la catedral de San Basilio, imagen que identifica a Moscú. Ubicada en la Plaza Roja y acompañada del impresionante Museo Nacional de Historia, del mausoleo de Lenin, el reloj del Kremlin y el edificio de estilo pseudo ruso que alberga los grandes almacenes estatales Gum, la catedral no tiene desperdicio.
A cada lado que mires de la plaza puedes ver pasar por tus ojos la historia de este país. Y si quieres ampliar la grandiosidad de su pasado, basta un recorrido por los edificios del Kremlin para visitar la catedral del Arcángel, la catedral de la Asunción, la catedral de la Anunciación o el propio museo del Kremlin.
Y si hemos llegado hasta aquí, no hay que dejar de acudir a un espectáculo del emblemático teatro Bolshói. Moscú sigue siendo una ciudad imperial, pero a la vez es una de las ciudades más modernas y caras de Europa. De su etapa comunista quedan recuerdos como las estaciones del Metro o «los Palacios del Pueblo», como a Lenin le gustaba denominarlas, dignas de visitar. Pero ahora la mayoría de los rusos y rusas viajan en coches de lujo, viven en casas de diseño, compran en espectaculares tiendas de marca, cenan en los restaurantes más modernos, se hospedan en los hoteles más exclusivos y, por supuesto, siguen comiendo caviar.
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