Nueva York

Sara Montiel: «A mis 83 años veo mis películas y digo: Antonia qué buena estabas»

Estaba marcada para ser una estrella. Aunque no aprendió a leer hasta los 22 años ya iba a ver a Miguel Hernández a la cárcel porque era amigo de su padre, en Orihuela. Cuando las actrices malvivían en este país, ella cobraba el caché de Liz Taylor en «Cleopatra». Mito, actriz, cantante, amante, amadísima...

 
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Pero, sobre todo, mujer con un sentido del humor a prueba de cualquier algodón. De su vida, sus proyectos, de Anthony Mann, Hemingway, Greta Garbo, Severo Ochoa, Franco, Marlon Brando o Gary Cooper hablamos una tarde de verano, cuando el AVE nos da tregua.

–Eso de ser una leyenda, ¿le molesta?
–¡Es que soy una leyenda! (risas).

–Es curioso que no haya nostalgia en usted.
–Porque lo que he visto, vivido, sentido y amado se queda en mí, pero atrás. Y ahora sólo quiero mirar hacia delante porque no me voy a quedar aquí para simiente de nabos.

–A los 22 años, después de haber rodado con los mejores directores españoles, se va a México y después a EE UU. ¿Cómo fue conocer a los grandes de Hollywood?
–A Frank Sinatra le conocí en Las Vegas. Íbamos mucho Tony (Anthony Mann, mi marido) y yo. De Cooper, con quien rodé «Veracruz», tengo los recuerdos de un gran caballero. A Greta Garbo la conocí un día que fue a casa a jugar al tenis con Tony. Si me pinchan no sangro ni gota porque había sido, junto a Ingrid Bergman, una de las actrices a las que más había admirado. Tenía unos ojos increíbles. Pero comió, se duchó, se cambió de ropa y hasta que volvimos a vernos en París, no supe más de ella.

–Y Marlon Brando...
–Marlon... era único. Lo mató, en realidad, la muerte del novio de su hija. Se quedó sin un dólar por defender a su hijo. Pero duro, potente, culto, sensible, como un ser superior. Conocía la historia de España al dedillo.

–Y Hemingway, ¿cómo era cuando no ejercía de «estrella literaria»?
–Le conocí en Cuba, en los cincuenta, en una cena tras el rodaje de una película. Fue él quien me enseñó a fumar puros y desde entonces, me aficioné. Estaba fascinado con España, pero sobre todo con Segovia.

–A Marilyn la conoció en un mal momento.
–La conocí cuando acababa de perder un hijo que esperaba de Miller y fuimos a verla Tony y yo porque mi marido iba a llevar una obra de él a escena. Eran muy amigos, se entendían bien y los dos eran judíos. Lo que más me sorprendió, además de su gran belleza, era lo pequeñita que era. Lo que te diga es poco: bajita, bajita.

–¿Qué tenía una española como usted, para dejar a Hollywood rendido a sus pies?
–He sido sensata, sincera, prudente, suave, nada díscola y con poca mala uva. Es que, en el fondo, los periodistas, la gente de la calle y quien dice conocerte, en el fondo no saben nada de ti...

–Esas características encandilaron al Nobel Severo Ochoa...
–Me lo encontré en el consulado de Nueva York, cuando trabajaba en el Ambassador. Llegué tarde y estaba con Carmen (su esposa). Hubo flechazo. Algo después volví a la ciudad de los rascacielos y de nuevo hubo un evento en el consulado. Estaba solo y allí todo fue distinto. Yo tenía 22 años y él 46. Vivía con su mujer como si fueran dos hermanos y nosotros tuvimos un romance de cuatro años.

–¿Marcó su vida?
–Creo que fue uno de los hombres a los que más amé. Junto con Miguel Mihura, que fue mi primer amor. La pena es que se murió y no pudimos casarnos. Si mañana muriera desearía verlos los primeros, allá donde me toque ir. Y también a Pepe (Tous), bueno, y a Tony (Anthony Mann), con quien fui muy feliz.

«APRENDÍ A LEER CON 22 AÑOS»

–¿Mihura le enseñó a leer?
–¡No sabes las secuelas que quedan por haber llegado tan tarde a la lectura! Aprendí con 22 años y tenía que aprenderme los papeles de memoria, al dictado de otros.

–Y mientras su marido, Tony, estaba en el hospital, «El último cuplé» era un fenómeno de masas, ofreciéndole contratos millonarios.
–No sólo en España. En Francia, cuando se estrenó, coincidió con «El puente sobre el río Kwait» y otro estreno de la Bardot, y gané a ambas. Empecé a cobrar un millón de dólares por película y firmé contratos con Cesáreo González, Perojo y Balcázar. Nadie ha hecho aquí el dinero que hicieron mis películas. ¡Y decían del dinero que cobró Liz Taylor por «Cleopatra»!

–Luego dejó de hacer cine ¡pero cantaba en Rusia y en época de Franco!
–Y también en Rumanía mis películas y actuaciones tuvieron mucho éxito. Por eso siempre digo que Franco me cambió a la Unión Soviética por petróleo y a Rumanía por madera. Ellos me gestionaban esas actuaciones, que luego cobraban en dólares.

–Es que era muy «exportable». ¿Puede haber habido un rostro más fotogénico que el suyo?
–Yo no era consciente. Sólo ahora a mis 83 años sí que me pongo una película y dijo: «¡Joder, Antonia, qué buena estabas!».

–Siendo de Campo de Criptana, ¿votó en las autonómicas en Castilla-La Mancha?
–No, porque estoy empadronada en Madrid. Pero estoy encantada con que haya ganado Cospedal. Aunque confieso que me llevaba muy bien con Barreda –y hay que ser agradecida–, es un tipo sensible y honesto, que ha llevado bien mi comunidad. Me consiguió la Medalla del Trabajo, la de Oro de Castilla-La Mancha, que me tenía vetada Bono, y no ha hecho las cosas mal. Ha perdido y ya está.

–A ver qué tal se le dan las cosas a Cospedal.
–Sé que lo va a hacer muy bien. Yo llamé a Barreda y le dije: «José Mari, siento que hayas perdido pero sabes que soy del PP y espero que con mi amiga todo vaya bien porque es decente y honrada como tú lo fuiste». Te he perdido a ti, pero he ganado a otra...

–Junto con la Duquesa de Alba...
–¡Somos las dos únicas mujeres que hacemos lo que nos da la gana! Ella es maravillosa. Y a mí, que me juzguen otros...

–Cuando tiene un problema o alegría, ¿cuál es el primer teléfono que descuelga?
–Ahora a un señor... Pero no pienses lo que no debes. Es sólo un amigo.

–¿Con derecho a qué?
–Con derecho a cocina (risas) como en la posguerra.

–Qué le parece el adelanto electoral de Zapatero...
–Es un hombre tan sexy. Con sus cejitas, sus morritos, ¡dan ganas de besarlo! Me tiene loquita, me quita el sueño.

–¡Se está burlando de mí...!
–Es que si no conoces a Mariano, no tienes idea de lo que se puede avecinar si gana las elecciones: es listo, estupendo, maravilloso y con retranca gallega.

–Entonces...
–¡Mariano for president!


Mi maleta del verano
«No habrá vacaciones, he nacido bajo el signo de la curranta. Llevo 67 años sin parar, pero si no trabajo me aburro como una ostra. Pasaré el verano en el AVE Madrid-Barcelona preparando mi espectáculo «Sara Divina», que es un repaso a boleros, todos mis éxitos y los platos fuertes de mi repertorio musical. Quien sabe si..», dice Sara Montiel, que se mantiene en marcha y con proyectos, pese a que por su edad podría estar jubilada. Además, dice «adelantaré algún proyecto de cine –tras hacer de mí misma en «Abrázame»–con Bigas Luna, que acaba de salir de casa, antes de que tu llegaras».