Literatura

Salamanca

Agustín de Foxá sin censuras

El autor a través de su teatro, de sus prosas sueltas, de sus diarios varios. El volumen «Nostalgia, intimidad y aristocracia», que publica la Fundación Banco Santander, recupera al escritor y un drama «de ensueño», «Cui-Ping-Sing», hasta ahora inencontrable 

Encuentro entre amigos. Agustín de Foxá, en el centro, saluda a Manolete en 1945
Encuentro entre amigos. Agustín de Foxá, en el centro, saluda a Manolete en 1945larazon

La prosa de Agustín de Foxá era «valleinclanesca» y Francisco Umbral, tan admirador del autor gallego, del modernista con botines de piqué, del dramaturgo que convirtió en dandismo el muñón de su brazo amputado, no dejó pasar la oportunidad para retratarle «valleinclanescamente» con tres adjetivos como tres banderillas: «Genial, gordo y cornudo».

De él dice que era «falangista, diplomático y poeta». Y más adelante, en la semblanza que le dedica en «Las palabras de la tribu», lo llama «monárquico esteticista, melancólico e irónico». El articulista le saca de ese cajón olvidado que eran los escritores del bando nacional y le salva con esta frase de última hora: «Foxá poeta es rico, barroco, abundoso, entre modernista y renacentista».


Material arrinconado
Al autor de «Madrid de Corte a checa» parece que hay que determinarle, moldearle la semblanza, la horma de su figura, con ternas de calificativos para sacarle lo que queda de posteridad en él. Jordi Amat, que ha rescatado material arrinconado, obviado hasta ahora por otras recuperaciones editoriales, ha recurrido también a esta tendencia y ha llamado «Nostalgia, intimidad y aristocracia» a un volumen, tan inesperado como necesario, que se dedica a este novelista, que nos ha llegado siempre marcado por el carné de su ideología, y que ahora publica con acierto, dentro de su colección Obra Fundamental, la Fundación Banco Santander. «Aporta mucho, sobre todo para la gente que no lo conozca –asegura Andrés Trapiello, que ayer presentó el libro junto a Luis Alberto de Cuenca–. Yo tengo las primeras ediciones, pero para los que no puedan acceder a ellas, que es la mayoría, incluye bastantes textos de un hombre que ha vivido demasiado tiempo en la invisibilidad». Trapiello ya había abordado a Foxá en un libro que no hace falta presentar a estas alturas, «Las armas y las letras» (Destino). Una obra poderosa, esencial, donde lo sitúa, le da su dimensión literaria y le reconoce sus valores y sus tachas con objetividad. «Muchos de esos escritores, como Agustín de Foxá, se han incluido, al final, en los libros de historia de la literatura, aunque ha costado bastante por su pasado político. Se han empleado muchos esfuerzos en convencer a la gente de que se deben leer a estos escritores. Esta edición de la Fundación Banco Santander da, precisamente, ajustada cuenta de dicha normalización».

Retazos biográficos
El volumen incluye un texto teatral hasta ahora inencontrable en las librerías, que es el más importante de todos los que escribió Foxá en su día: «Cui-Ping-Sing». «Es un juguete orientalista en verso libre –explica Luis Alberto de Cuenca–. Está muy influenciado por los versos de Pablo Neruda. Es una historia con inolvidables versos de amor». Trapiello la define como «una fantasía chinesca» en la que se lee la sombra de Casona, Lorca o los Machado.

«Foxá, en realidad, es un autor de su época». Jordi Amat ahonda en este texto que tuvo una gran repercusión en el momento de su estreno. «Llego a tener mil representaciones. Es oriental, con una simbología que remite a Rubén Darío. Contruye una fábula que, desde el punto de vista argumental, no es muy compleja, pero que es de una riqueza lírica notable».
Para el escritor y responsable de la edición, en esta tragedia «se proyecta Foxá a partir de los símbolos que contiene. La obra es un resumen de su vida. Existe en ella esa tristeza de que sus deseos no se cumplen, una nostalgia por el mundo perdido. La obra plantea la posibilidad de ser feliz a través del amor y cómo eso se va al traste. Esa impresión de que la felicidad se ha escapado forma parte de su carácter». Jordi Amat, que ha incluido al comienzo de esta publicación un análisis y una biografía de Agustín de Foxá –«hacía falta»–, asegura que este escritor todavía conserva el favor del público: «Cuando se rescató su novela en los noventa, resultó que los lectores se interesaron por él. Hoy es un novelista que se sigue leyendo». De Cuenca añade un rasgo para entender la vigencia del escritor: «Foxá, que se perdía por una frase ingeniosa, nunca fue un profesional de la escritura, sino un aficionado a ella. Y este matiz es muy importante, porque eso le da frescura a su literatura. No es un hombre que se dedica a ella de forma exclusiva, y eso le da un encanto añadido».

Aparte de la ya mencionada pieza teatral, el lector también puede encontrar al Foxá intimista, personal, el «autobiográfico», que es el que aparece entre las páginas de sus dietarios, que aquí se incluyen. «Los escribió durante la Guerra Civil. Primero en Bucarest, cuando hace de agente doble allí. Trabaja como diplomático para la República, pero le pasa información a Franco. Después viene el año 37, que es de un enorme valor, porque aparecen los debates y las discusiones que se producen en Burgos y Salamanca. Y también el del 38, porque ya es un autor conocido. La evolución que se aprecia es la de un autor que apenas es reconocido literariamente más allá del mundo cultural de la derecha de Madrid hasta que alcanza su fama. La guerra le dio la proyección literaria con "Madrid de Corte a checa"».


Su amigo Malaparte
En otro de los apartados se ha añadido una selección de las cartas de Agustín de Foxá. «Están escogidas con atención. Remiten a momentos clave de su biografía, como la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial o cuando Foxá es diplomático en Iberoamérica y apunta sus observaciones sobre la Guerra Fría y cómo se desarrolla en este continente».

Entre las páginas se encuentran artículos –es un referente en este género– y sus observaciones de un particular periplo por Europa. «Cuenta el viaje al frente finlandés, cuando los nazis lanzan su ofensiva desde allí, junto a su amigo Curzio Malaparte, quien nombra a Foxá en "Kaputt"».

Amat, quien no duda del valor literario de Foxá, aclara la deriva política del escritor, el aspecto más controvertido que conserva todavía esta figura: «Él se sintió cómodo durante el franquismo. Era un diplomático. No era especialmente valiente y el modelo de sociedad que aparece después del 39 no le disgusta. Pero dice que se hace falangista por su amistad con Primo de Rivera. Afirma que es la primera persona que lleva la poesía a la política, pero, en el fondo, continúa conectado con la monarquía. En realidad, llega a esta organización no por convencimiento ideológico, sino porque en falange se integraron valores literarios, poéticos y de espíritu que concordaban con los suyos. La falange se convierte en un refugio para Foxá, que no debía de sentirse muy a gusto con las ideas que defendía la II República. De hecho, en julio del 36, varios milicianos acudieron a su domicilio».


El detalle
ALGUIEN CONTRADICTORIO

El contexto condiciona. Son las circunstancias. En el caso de Foxá, como asegura Jordi Amat, esto es más que cierto. «Es un hombre de su tiempo; en la novela, en los artículos existen registros de Juan Ramón Jiménez, de Gómez de la Serna. Es lo más interesante de este novelista. Utiliza una literatura ultramoderna para defender un mundo conservador. Es un escritor que se encuentra, que entra en estos dos campos».

«Nostalgia, intimidad y aristocracia»
Agustín de Foxá
F. Banco santander
343 páginas 20 euros