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La Razón
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Por la tarde, me fui al chino de la esquina y me compré una lata de berberechos y unas patatas fritas onduladas sabor jamón. Yo los berberechos siempre los guardo para los grandes momentos de la humanidad y seguramente sería lo que comería el último día en el corredor de la muerte, y además, para más detalles, me gustan con mucho limón, tanto, que me paso luego un rato con la lengua gorda y haciendo gestos como un homínido poco evolucionado. Me abrí la lata de berberechos y casi me llevo un dedo por delante, pero lo interpreté como una señal del cielo, el síntoma evidente de que lo que me esperaba en la siguiente hora y media era de campanillas, de que aquello que estaba a punto de contemplar iba a ser como un choque de trenes, la fricción de dos placas tectónicas, la pelea de las hermanas Kardashian en el barro.

Me tragué (maniobrando en el mando a distancia como Hamilton) un ratico de los informativos previos donde se comentaba con inusitada emoción el color de la corbata de los contendientes para acabar llegando a la conclusión de que iban prácticamente igual vestidos. Ahí se me fue el santo al cielo por primera vez y en esa desconexión de la realidad me imaginé a Rajoy de blanco, look Marc Ostarcevic, y a Rubalcaba con un vestidito palabra de honor y me dio ternura el esfuerzo de los compañeros para contar detalles y hacer interesantes los preliminares.

A mí lo que me pareció es que los dos necesitaban que un buen peluquero les cortara los abuelos de la nuca, así que, instalada ya en mis impresiones tontunas, me asomé a las redes sociales para ver qué decían mis amigotes. Uno de ellos había colgado un vídeo de Faemino y Cansado vitoreando a Manué Campo Vidá. Otro se preguntaba cuántos millones de chinos estarían viendo el debate. Angelita suplicaba que opinaran sobre la colección de Versace de H&M, así que llegaron más propuestas y la cosa acabó en la necesidad de que Alfredo se pronunciara sobre si llevar sólo leggins es elegante. Hornillos aseguraba que, en el descanso, ambos había recibido un sms de Zapatero: qué a gustico se está en la casa de uno. La Romerito optaba por pedir la aparición de Jimmy Jump y Hornillos, muy activo, caía en la cuenta de que Rajoy mueve los ojos como Marujita Díaz y que la camisa de Rubalcaba necesitaba un planchazo. Total, que estuvo estupendo. Más allá de que uno criticó al otro por tomar las medidas que en realidad hubiera tenido que tomar él y el otro criticó al uno porque va a tomar las que él mismo ya ha tomado, otro debate es posible. Una pena que el de la Academia acabara como ya sabíamos: tarde.