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Mali

A los tuaregs les han birlado el proyecto por Alfredo Semprún

A los tuaregs les han birlado el proyecto por Alfredo Semprún
A los tuaregs les han birlado el proyecto por Alfredo Semprúnlarazon

Parecía que con la caída del comunismo desaparecerían también del repertorio algunas expresiones asociadas, como «tontos útiles» o «compañeros de viaje». Pero no. Recordarán que tras la derrota y muerte de Gadafi, los tuaregs, sus viejos aliados, habían aprovechado el caos reinante en la zona para reverdecer un viejo anhelo por el que habían librado, y perdido, dos guerras: la creación de un estado independiente en el norte de Mali. Esa nación, llamada Azawad, podría extenderse posteriormente a las regiones limítrofes del Níger y el Chad. Reforzados con los vehículos y las armas que no habían servido para defender al coronel libio, el MNLA (Movimiento Nacional de Liberación de Azawad) comenzó la ofensiva contra el Ejército maliense. Fue un paseo militar, entre otras cosas, porque las tropas del Gobierno, falto de fondos, carecían de armamento pesado, helicópteros y municiones.

Cuando las cosas se pusieron feas y en Bamako, la capital del país, se ordenó el envío al norte de dos batallones de refuerzo, los soldados se sublevaron y dieron un golpe de estado. En menos de dos semanas, las tres principales ciudades del desierto, Tombuctú, Gao y Kidal, estaban en manos de los tuaregs y sus aliados islamistas, mientras, en el sur, los golpistas trataban de consolidarse en el poder.

Los islamistas, organizados en dos grupos principales, Ansar al Din y Al Qaeda para el Magreb, también habían sacado provecho del follón libio. Rearmados a bajo precio con los polvorines saqueados, se habían convertido en interlocutores insoslayables para cualquier aventura bélica en ese inmenso territorio. Financiados por el tráfico de drogas, el contrabando de electrodomésticos, gasolina y neumáticos, y los secuestros de ingenieros y cooperantes internacionales, podían inclinar la balanza para cualquiera de los dos bandos. De ahí, el que un movimiento de liberación de inspiración socialista y laica, como el MLNA, acabara pactando una alianza con lo más intransigente del islamismo. El asunto duró lo que tenía que durar. Tras la victoria, los guerrilleros tuaregs han sido expulsados de las ciudades conquistadas donde, suprema ironía, vuelve a ondear la bandera nacional de Mali. Ahora andan dispersos por su querido desierto y tratan de reorganizarse para contraatacar. No les será fácil: desde Mauritania, Níger, Libia y Argelia están llegando decenas de voluntarios yihadistas para reforzar las filas del islam verdadero. Porque el objetivo final es extender la «sharia» a todo el país, no sólo al norte conquistado, aunque sus habitantes no estén, precisamente, por la labor. De hecho, la depuración de las costumbres pecaminosas ya ha comenzado. En Tombuctú, la ciudad de los 333 santos, la de los mausoleos, las parejas en concubinato han sufrido las penas de flagelación –cien latigazos si ambos eran solteros– y se ha prohibido fumar, beber, escuchar música, ver películas, jugar al fútbol y a las cartas. Lo mismo en Gao y Kidal, donde los tuaregs trataron de resistir pero fueron obligados a retirarse con muchas bajas. Entre la población local, que desde siempre ha practicado una versión muy moderada del islam, ha habido protestas y se han organizado manifestaciones, pero ya se sabe que las «fuerzas de la virtud» no se andan con paños calientes.

En la única entrevista concedida, el jeque Iyad Ag Gali, jefe de Ansar al Din, respondía al periodista de «Jeune Afrique», Adam Thian, que «la sharia no se discute». Y respecto a la futura independencia de Azawad, no pudo ser más claro: «Nosotros no conocemos más que la Ley de Dios y Mali». Hubo una pregunta a la que, sin embargo, no respondió: «¿Es cierto que han amputado manos y brazos de algunos ladrones?» «Esa cuestión no será contestada». Para echarse a temblar.

En definitiva, que ya tenemos en el norte de África el embrión de un nuevo estado islámico, con la vocación de convertirse en un extenso califato. Y en Washington, de elecciones...

 

Los mausoleos de tombuctú tienen las horas contadas
Si se confirman las terribles noticias que llegan desde Tombuctú, esta fotografía del mausoleo de Sidi Mohamed, calificado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, no podrá repetirse. El monumento ha sido destruido por los islamistas que han conquistado la ciudad. No es el único en peligro. Para los yihadistas, las tumbas de los santones sufíes representan una incitación a la idolatría. Ayer, Sanda Ould Soumama, brazo derecho del jefe de Ansar Al Din, declaraba a la agencia Efe que su grupo está decidido a «limpiar» la ciudad de estos monumentos: «Se es o no se es musulmán. Vamos a erradicar todos estos comportamientos impropios del islam, que tiene sus normas. Hemos luchado y lucharemos por aplicar la sharia en Mali». Y creíamos que las imágenes de los budas de Bamiyan, derribados por los talibanes, no volverían a repetirse.