Museo Thyssen
Tita Cervera piensa que las TV la maltratan Por Jesús Mariñas
Tita protagoniza la actualidad con dos especiales sobre la parentela. «DEC» abrió, marcha y aire, la caja de los truenos. Incluso estuvo jugando con unas fotos de Blanca Cuesta. «¿Las difundimos o no?» era el interrogante que Cantizano mantuvo en la noche para concluir –¡sorprendente!– que el 81% de televidentes preferían ignorar su contenido. Que no era otro que verla en paños menores en una butaca, siendo captada así por Borja. Es lo que se llama «juegos de matrimonios» a veces extendido a íntimos de su ex-casa ibicenca, ya vendida –y aquí lo contamos puntualmente– el pasado febrero. Toffobi, el compadre padrino de Sacha, cree que la nuevísima pudo entenderse con David, su guardaespaldas de ida y vuelta tal marido jardeliano. Idéntico parecer mostró la esposa del lúcido galán paseador que sigue con ellos, prueba de que no lo hizo tan mal. O de que Blanca tiene la sartén por el mango. La verdad es que el 24 Borja llega a los 30 y nada se sabe acerca de si mamá baronesa apoquinará los cinco millones pendientes.–Los llamo y siguen sin ponerse, ¿lo entiendes?–, me dijo convulsa, deprimida y enlutadísima, en el funeral por Eduardo Sánchez-Junco. Tita echaba fuego contra los dos últimos programas que recreaban la situación familiar porque le parecen injustos. En el funeral no faltó nadie. Estaban los que son y lo demuestran sin esperar nada a cambio: desde Isabel Pantoja a una Isabel Preysler que retardó su aparición. Su conjunto blanco de pantalón contrastó con la negrura del camisero con que María Suelves encajó estilazo; su hermana Blanca optó por camiseta, mientras que Norma Duval se recubrió de negro hasta los zapatos a tiras. El caso de la tristísima marquesa de Varela. Juego y contrajuego de ex parejas: el marqués de Griñón editó a la madre de Tamarita como Ana Obregón a Darek que, cual párvulo, no soltó la mano hábil y dirigente de la irreconocible Susana Uribarri. No se paran ni saludan, altivos, al aire de un desplazado Jaime Marichalar sentado con Nuria González cerca de Lucio, José Luis y Arturo Fernández. Lequio exhibió elegancia con María Palacios y me contó que «Eduardo quería reconciliarme con mi hijo Clemente, en eso andaba. Una doble pena», lamentó cerca de Marina Castaño y Gaetana Ebbers como destrozada. María Rosa se aternizó al mostrar pésame y Carmen Lomana lució gris acero. Por cierto, Belén ya firmó para hacer en «Torrente IV» la casera de Segura y Paquirrín: habrá que reír después de llorar tanto.
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