Energía
La peor política
Empezamos 2010 con una política mala y lo acabamos con la peor política. Que no es otra que la de hacer recaer sobre los ciudadanos el coste de la crisis. Aquí se han empeñado en tomar siempre decisiones equivocadas, y cuando caen en la cuenta del error, entonces deciden que sean los contribuyentes quienes carguemos con la responsabilidad. Cuando comenzó el año ya la recesión era feroz, pero aun así el Gobierno se empeñó en mantener una política de aguinaldos que era insostenible. El cheque bebé, los 400 euros de regalo o la prórroga del subsidio de paro fueron decisiones que nunca se tenían que haber tomado. No sirvieron más que para ahondar en la crisis incrementando una deuda que ahora nos persigue poniendo en solfa el buen nombre del país. La prueba evidente de que fueron equivocadas está en que transcurrido un año hemos tenido que suprimirlas por decreto. Como tantas otras cosas, por supuesto. No sólo nos eliminan este tipo de ayudas sociales sino que además nos congelan o bajan el sueldo, suben los impuestos, anuncian el recorte de las pensiones por las que venimos cotizando desde hace años, y además nos endosan subidas generalizadas en casi todos los productos básicos muy por encima del IPC. Resultado: somos cada vez más pobres, nuestro sueldo vale menos, y aun así hay que dar gracias porque tenemos empleo.
La cuestión es si esta política es la única posible o realmente las cosas podrían ser de otra manera. Claro que hay que apretarse el cinturón en momentos de vacas flacas. Lo aceptamos como inevitable porque es lo que corresponde. Pero sienta mal que tengamos siempre que ser los ciudadanos los abrasados cuando habría otros ámbitos en los que actuar y no se hace. Por ejemplo, la subida de la luz. La tarifa eléctrica ha crecido en los últimos cuatro años casi un 50 por ciento. Ya sabemos la historia del déficit de tarifa que debemos compensar porque la electricidad que consumimos está subvencionada. Pero lo está porque los políticos tomaron una serie de decisiones contrarias al sentido común. En la tarifa eléctrica no solo está incluido el precio de la luz, sino la insularidad de Canarias, la moratoria nuclear, las primas al carbón y las ayudas a las renovables. Si no subvencionáramos absurdamente al carbón o dejáramos que el precio de las energías renovables se ajustara a su coste real, el problema sería menor. Aunque lo más grave de todo sea el tema nuclear. Como a Zapatero no le gusta la energía nuclear, hemos ido tomando decisiones erróneas una tras otra. No ya solo por el hecho de no construir ni una sola central nueva, sino por haber decidido el cierre de centrales que, bien mantenidas y remozadas, podrían haber prorrogado su vida operativa sin problema aportando al sistema eléctrico una energía que de otra manera tenemos que comprar en el exterior o pagar a precio de renovables, es decir, demasiado cara. La consecuencia, siempre la misma: los errores del Gobierno acabamos pagándolos los ciudadanos.
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