Copa Confederaciones
Trini y Vicente por Cristina López Schlichting
Lo bueno de no saber de fútbol es que te permite una mirada inocente sobre los campos donde se desarrollan eventos históricos. En la final de la Eurocopa los ojos se me quedaron prendados del traje carísimo del entrenador italiano, sus uñas pulidas y su cabello impecable, recién retocado en la «pelu» para conseguir el largo ideal, ese que no es melena pero tampoco pelo corto. De nada le sirvió, sin embargo, al pobre metrosexual, toda vez que el rival español le encajó cuatro goles a su equipo. Enfrente, braceaba nuestro Vicente del Bosque, con su barriguilla pelitín desmadrada, su look de pater familias y pasando a tope de la imagen. Es un placer que el mejor entrenador del mundo, el que ha ganado el Mundial y la Eurocopa y ha culminado plusmarcas con el Real Madrid, sea el honrado padre de tres hijos de 25, 22 y 19 años (el segundo de ellos síndrome Down), que cuida con mimo a su suegra con alzheimer y adora a Trini, su mujer desde hace 26 años. La nuestra es una sociedad que ensalza lo pasajero, el usar y tirar, lo superficial. Por eso sacrifica reses en el altar de la juventud. Poco importa que seas puta, divorciada al cubo y estés sola en la vida. Si eres delgada, pareces joven y sales en la tele, eres la reina del mambo. Los hombres y mujeres quieren tener veinte años menos de los que tienen, mienten y matan por ocultar una arruga y se precian de su bronceado y sus abductores. Recuerdo el llanto de un maduro directivo alemán de Beiersdorf (Nivea) que me confesaba su enorme temor a la convención anual de la empresa, en los Alpes, donde estaba obligado a enfilar las pistas peligrosas y lucir tipo para publicitar su valía personal. Por eso, ver a Vicente del Bosque ganarles a todos da tanto alivio. Trini, su mujer, confiesa que «me enamoré de él por su bondad, por la cara de bueno» y 26 años después, la experiencia revela que acertó. Don Vicente pasea a su discapacitado hijo Álvaro en el autobús de la Selección y se nos hace un nudo de ternura en la garganta. Todas las mujeres quisiéramos un marido como él, todos los hombres anhelan triunfar como él y todos los niños del mundo desearían un padre así. La historia de Trini y Vicente no debe haber sido fácil. Entre otras cosas, imagínense el día en que les revelaron que Alvarito venía con un problema bajo el brazo. Y sin embargo, han sido sencillos y han abrazado su circunstancia. Y el premio está a la vista y nos da envidia a todos. Es fenomenal que el cuento tenga final feliz y es estupendo que sea español y sea también, un poquito, la historia de la vida de todos nosotros, porque doña Trinidad López y don Vicente del Bosque son ante el mundo las personas que todos queremos ser.
✕
Accede a tu cuenta para comentar