JMJ de Río
Generación Juan Pablo II
Una vez más, no le fallaron. La generación del Twitter y el iPad se volcó ayer con «su Papa». «Juan Pablo amigo, los jóvenes contigo», el grito más habitual de sus viajes a España, se escuchaba en la Vía de la Conziliacione como en Cuatro Vientos en 2003. Wojtyla ha cambiado el destino de miles de jóvenes en todo el mundo.
Una fecha: el 16 de octubre de 1978. En Roma, Karol Wojtyla fue elegido Papa. En España, José María Marín llegó al mundo. Tercero de seis hermanos, sus recuerdos de la infancia son las misas de domingo. Considera que el vínculo casual marcado por su nacimiento es «un regalo de Dios». Pero tampoco se lo cree demasiado. «Es mi intercesor… Un amigo desde el cielo».
De todas las ocasiones en las que tuvo oportunidad de verlo, la más especial fue en octubre de 2002, en la Plaza de San Pedro. Eran 400.000 personas reunidas para la canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer. Y tuvo la oportunidad de ser uno de los dos diáconos que acompañaron al Papa durante la misa. «Me dio la comunión. Me impresionó que, a pesar de lo enfermo que estaba, era capaz de dar misa con devoción y ponerse de rodillas». Un año más tarde se ordenó sacerdote en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, una semana después de que estuviera Juan Pablo II en Cuatro Vientos.
«Cristiano y moderno»
Cuando falleció «llovía en Madrid». Recuerda que era la boda de un amigo, pero se olvidó del banquete para dedicarle varias horas de oración. José María es el párroco de la Parroquia del Beato Manuel González y defiende que el ritmo de la vida moderna no está peleado con la solemnidad de la Iglesia. «Cuando Juan Pablo II estuvo en Madrid, dijo que se puede ser profundamente cristiano y moderno», sintetiza. Y asegura que muchos jóvenes están decididos a esforzarse por vivir esa santidad.
Las vocaciones inspiradas por Juan Pablo II son prueba de que la «santidad» no está pasada de moda. El padre Alejandro, de 25 años, entró en el seminario por una inspiración que surgió cuando conoció al Papa. «Se me cayeron las lágrimas y me dije: yo quiero ser como él». Tiene cientos de historias de comportamientos inadecuados durante la infancia. Pero la lectura de San Agustín le hizo cambiar.
La vida le llevó a Roma en 2002. Allí fue su primer encuentro con «su Santidad». «Su mirada y sobre todo su testimonio tan coherente de vida fue un ejemplo grande». El momento crucial fue la visita a Cuatro Vientos. «Me acuerdo de memoria que dijo que valía la pena dar la vida por Cristo». El padre Alejandro Vicente, ordenado agustino, dice que se siente muy identificado con Juan Pablo II. Tanto que cuando se enteró de su muerte lloró mucho, porque «sentí que perdí a un abuelo».
Con Wojtyla en las venas
«En la familia Codes llevamos el cariño de Juan Pablo II en la sangre, lo contagiamos de unos a otros», comenta Elena, una joven madrileña que ha pasado el fin de semana con toda su familia, desde su madre, a sus hermanas pasando por su sobrina Lucía. «Hemos venido todos porque es como hemos celebrado siempre cualquier acontecimiento de este Papa». Da fe de ello la chapa con el lema «Totus tuus» del viaje de 1982 a Madrid que su madre ha traído como particular reliquia.
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