Fútbol
Trámite antes de la traca final (3-0)
Cristiano empezó la goleada que Benzema, con dos tantos, redondeó. El Barça aplazó el alirón
Ni rastro continental, ni huella del Bayern; tampoco Mourinho quiso dejar evidencias del desastre, de la frustración. Eliminó a Sami Khedira, voluntad férrea, «ni chicha ni limoná»; rescató a Esteban Granero, la imaginación al poder. Muerta la «Champions», cerca de la orilla después de tanto navegar, viva la Liga. Resistió el Sevilla hasta el minuto 19 el hambre de Ronaldo; desperdició sus ocasiones, que las tuvo, y terminó perdiendo 3-0 con el inminente campeón liguero.
Matinal de fútbol en el Bernabéu. Real Madrid-Sevilla, en medio, Mateu Lahoz, el juez que vive y deja jugar, que interviene en las áreas para limpiar el polvo en la portería, no más. No se deja impresionar por los actores, ni por Granero cuando iba a entrar y le enganchó de la camiseta Coke; ni por Negredo cuando, dentro, sí, bordeando el área chica, Pepe le agarró y giró en el aire como si fuera Alves. Mateu se abstuvo; Mateu deja seguir.
Y el Madrid y el Sevilla jugaban, o lo intentaban. Alternaban el dominio del encuentro, rachas de visitante embotellado, con otras, las menos, de anfitrión distraído. Empezó autoritario el equipo de Míchel; primeros compases sin tanteo, volcado, oliendo la red, incluso más, tocándola cuando Fazio metió el balón dentro y el gol no subió al marcador porque antes Negredo había trepado por la espalda de Pepe.
Negredo iba a ser protagonista en esta primera mitad; también Pepe. Ambos se encontraron; el sevillista, una vez contra las vallas empujado por el madridista, que más adelante le hizo aquel penalti que la víctima exageró. Negredo también recibió un tantarantán de Navas. El ímpetu podía a los inmigrantes de la Feria. Ni rastro de manzanilla, rebujito o sarandonga, querían ganar en el Bernabéu. Míchel los alejó de las guirnaldas y los farolillos; quiere al Sevilla en la máxima competición continental, de ello depende su futuro a orillas del Guadalquivir. Nada que ver con el de Mourinho, firmado, rubricado y comunicado, pese a las sombras.
A buenas horas, pensó esa parte de aficionados blancos que añora un Madrid dominador, señor de su feudo, cuando en el once inicial vio a Granero junto a Xabi Alonso, en lugar de Khedira. Cuando el madrileño llega al terreno de la verdad, donde un disparo es una victoria, o un pase al hueco la aproxima, sabe lo que tiene que hacer con el balón; el alemán piensa y lo pierde. Mourinho también piensa y concluye que con Khedira su equipo es más seguro. Parece una obsesión. Granero defiende con cierta solvencia, se sacrifica, y ataca con rigor. Corta y pega. Fue él quien robó en el centro del campo el balón del 1-0 que Cristiano Ronaldo anotó, tras sentar a Coke y batir a Varas de tiro cruzado.
Muy de Cristiano el 1-0, ya 43 goles en Liga. La desventaja surtió el efecto de unas banderillas negras en el orgullo sevillista. Se rehízo y tomó la iniciativa, al contraataque, eso que tanto gusta a Mourinho y que le causó un disgusto tan grande contra el Bayern. Pero el Sevilla perdona una barbaridad y en el fútbol la clemencia es un pecado. Reyes dejó solos a Navas y a Negredo frente a Casillas, para «fusilarle». Fallaron, los dos tiraron alto, fatal. Reyes descubrió la espalda de la defensa y sus compañeros fueron incapaces de encontrar el marco.
Dos avisos bastaron al Madrid para espabilarlo; bien que lo sintió Varas, que vio cómo Cristiano estrellaba un pelotazo en el poste, tras un libre indirecto fuera del área, y a partir de ahí hizo un par de despejes que amenazaban con la goleada. En el primer tiempo la evitó; en el segundo ya no pudo. El cambio radical se produjo en el segundo, a continuación de una jugada entre Marcelo y Reyes; se quedó el sevillista quejándose de un golpe en la cara, que no fue para tanto, mientras Marcelo iniciaba el contragolpe, que terminó con el tanto de Benzema; autor también del 3-0, éste, a centro de Ramos. El francés suma 20 en la Liga; el Madrid, 112 en ese instante, una barbaridad.
Con la goleada, aumentó la temperatura del partido, que empezó con sol y discurrió entre chubascos de puente pasado por agua, lo que no impidió una magnífica entrada en el Santiago Bernabéu, orgulloso de su equipo, ansioso por celebrar un título, y el de esta Liga lleva su nombre y apellidos.
Sólo falta el momento de hacerlo oficial, cuando las matemáticas decidan. Como Mourinho lo ve tan cerca, no quiso arriesgar el resultado e introdujo dos cambios: Khedira por Granero («Mou» no lo puede evitar, el germano, luchador infatigable, futbolista que por juego difícilmente raspa el notable, es su debilidad) y Callejón por Di María.
Míchel, reconocido el viaje en balde, cambió músculo por cerebro para limitar los daños, irreversibles. Había que pensar ya en el derbi del miércoles. Reyes y Negredo, fuera; Luis Alberto y Diawara, dentro: y el partido, en punto muerto, cargándose de tarjetas por acciones desesperadas. Los clarines de la sentencia sonaron en el minuto 52 con el 3-0 de Benzema. El resto, los minutos preceptivos.
«Ánimos» para Sergio Canales
Un buen gesto para el centrocampista madridista, Sergio Canales, ahora cedido en el Valencia, al que le espera una nueva convalecencia de seis meses tras romperse el mismo ligamento. Éste lo agradeció: «Muchas gracias al Real Madrid por el detalle que ha tenido conmigo». Lo que no gustó, al menos a Míchel, fueron los tres toquecitos de balón que dio Cristiano pegado a la banda ya con el 3-0. «Me parecen innecesarios, quizá yo soy muy antiguo; a mí eso me gusta con empate, aunque quizá Cristiano no considere que haya hecho mal».
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