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Donizetti y el más puro bel canto

«Linda de Chamounix»De Donizetti. Voces: D. Damrau, J. D. Flórez, P. Spagnoli, S. Orfila, S. Tro, B. de Simone, J. Casanova, M. J. Suárez. Coro y Orquesta del Liceo. Dir. de escena: E.Sagi. Dir. musical: M. Armiliato.Teatro del Liceo. Barcelona, 20-XII-2012.

Flórez y Damrau (durante un ensayo) se crecen y hacen crecer al reparto
Flórez y Damrau (durante un ensayo) se crecen y hacen crecer al repartolarazon

Donizetti no los sabía, pero sólo le quedaban seis años de vida cuando triunfalmente estrenó «Linda de Chamounix» en Viena en 1842. Atrás quedaban ya los éxitos de «Anna Bolena», «Elixir d'amore», «Lucia di Lammermoor», «La Favorita», «La hija del regimiento» o la trilogía Tudor, aunque aún estaba en el tintero «Don Pasquale». Pero las cosas habían cambiado mucho en apenas un par de años, abriéndose en la lírica un inmenso nuevo mundo con los estrenos de «El buque fantasma» de 1841 y «Nabucco» del mismo 1842. Hoy «Linda di Chamonix» no deja de parecernos una ópera en cierto modo trasnochada a causa de la falta de resolución entre lo serio y lo cómico que caracterizan su vulgar trama, una especie de «Manon» con final feliz. Sólo se sostiene como excusa para el canto de altura y eso es lo que de verdad hay en las representaciones liceistas. Diana Damrau está espléndida como Linda, el personaje central alrededor del cual giran todos los demás. Fue un papel muy querido por las grandes del pasado como Tandolini, Persiani –para quien Donizetti añadió «O luce di quest'anima», hoy el aria más célebre de la obra– Patti, Storchio, Pons, dal Monte e incluso voces más pesadas como las de Stella, Zeani o Caballé. Damrau, que entra en el primer grupo, va de menos a más, pasando de un irregular primer acto a una espléndida escena de locura en el segundo, que es el mejor de la obra. Técnica, dosificación, medias voces y pianos, fiato amplio… son cualidades que la adornan, como adornan también a Juan Diego Flórez. Ambos se crecen juntos y hacen crecer al resto del buen y equilibrado reparto. Tan vitoreada ella en «No, non é ver, mentirono» como él en «Se tanto in ira agli uomini» y también muy ovacionados Simon Orfila, cada día mejor, Pietro Spagnoli, Silvia Tro o Bruno di Simone. Difícil es en la actualidad escuchar cantar mejor y el público lo premió con diez minutos de aplausos finales.

La solvencia de Sagi
Concertó con dignidad Marco Armiliato, pero la orquesta y los coros del Liceo son aún asignatura pendiente y un teatro de su categoría no debería quedar en cuerpos estables a nivel netamente inferior a Madrid o Valencia. Emilio Sagi y un equipo habitual solvente –Bianco, Ojanguren y Faura– hicieron lo que había que hacer con un libreto tan endeble: poner belleza plástica donde se podía, mantener tonos blancos neutros y dejar que se explicase sólo lo poco que había que explicar sin pretender, como muchos otros, inventarse lo que no existe. Así se pudo disfrutar de lo que había que disfrutar: el más puro belcanto.