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El nervioso señor guillotina

Robespierre ha pasado a la Historia como uno de los revolucionarios más sanguinarios. Sin embargo, esta biografía de McPhee, definitiva y concisa, descubre el lado humano del personaje, que murió a los 36 años.«Robespierre. Una vida revolucionaria»Peter McPheePenínsula464 páginas, 29,50 euros.

Una escena de «El caso Dantón», dirigida por Jan Klata, con Robespierre como protagonista
Una escena de «El caso Dantón», dirigida por Jan Klata, con Robespierre como protagonistalarazon

Se le nota a McPhee –historiador australiano especializado en la Francia revolucionaria– que debe haber pasado media vida intrigado por la figura de Maximilien François Marie Isidore de Robespierre. Mil veces debió preguntarse cómo el gran admirador de Rousseau –no en vano utilizaba siempre el término vertu (virtud), como el filósofo–, que defendió los más altos principios en 1789, pudiera llegar a personificar el Reino del Terror entre 1793 y 1794. ¿Fue producto de una rigidez ideológica (muchos historiadores le han tildado de líder sectario, constructor de una reputación de austeridad que rayaba en intento de santidad)? ¿Encarnó el ejemplo extremo de cómo los grandes líderes llegan a ser vilipendiados por aquellos a quienes han servido y salvado? ¿Fue un enfermo físico y mental? Que la medicina no olvide que padecía fuertes dolores de cabeza, trastornos gástricos y emocionales y dormía menos de cuatro horas diarias.

De pocos personajes se ha escrito más sabiéndose tan poco de su mundo íntimo y vivencial. Historiadores y biógrafos con simpatías encontradas le han visto como la encarnación de la Revolución Francesa: para unos, fue responsable de la heroica lucha en defensa de los temibles pronósticos de la invasión militar... Para otros encarnó el descenso a los infiernos de lo que empezó siendo una revuelta popular hasta encauzarla a términos de tiraría y asesinato en masa. Ni Mao, ni Pol Pot Stalin o Hitler. Para McPhee no fue el primer dictador moderno, inhumano y fanático. Posiblemente, tampoco un ser obsesivo que utilizara su poder para tratar de imponer su ideal rígido de virtud espartana. ¿Fueron los controles de las libertades individuales y las ejecuciones masivas del Terror el precio necesario para salvar la Revolución, o aquel año fue un lapso de sangre innecesaria, privaciones y encarcelamientos masivos, evitables?

Amor a los perros

El autor no es maniqueo y rechaza el estereotipo de «emocionalmente atrofiado, monstruo de rigidez puritana y cruel frialdad» que la Historia y la literatura le han atribuido. En sus páginas encontramos un Robespierre más humano, que, al igual que su guía espiritual, Rousseau, profesaba un afecto incondicional hacia los perros –le encantaba la compañía del suyo tras una larga jornada en la Convención Nacional por los Campos Elíseos–, un hombre compasivo frente a los niños, un ser apasionado con relaciones estrechas, pero platónicas, con las mujeres. Y también un hombre vulnerable que sucumbía con frecuencia a largos períodos de síncopes físicos y nerviosos –relacionados con momentos de crisis políticas–. Para saber si cayó en la enajenación que tanto se afanó en esquivar, en 1794, hay que terminar las páginas de esta vida de ejercicio inflexible de poder.

Al trazar este arco narrativo el autor logra humanizar una figura representada como un tirano asesino haciendo hincapié en su difícil infancia, en su adolescencia como abogado de provincias –especialmente de los sectores más desposeídos, lo cual, junto con su entonces fuerte oposición a la pena de muerte, le convirtieron en uno de los más notorios abogados de Arras–.

No debemos olvidar que fue concebido fuera del matrimonio (su madre murió y fue abandonado por su padre) y resultó objeto de burlas durante toda su vida. Su respuesta vital consistió en desarrollar una voluntad de acero, pero también convertirse en un defensor impertérrito de los derechos de los niños. El gran reto de esta biografía es que se sabe bastante poco de los primeros treinta y un años –de los treinta y seis que vivió–, y pocos autores se han detenido en las pruebas que hay. Sólo los cinco años de la Revolución es lo que les que atrae. A su vez, y como mérito, el biógrafo es arrastrado a un diálogo mutante con alguien que no puede responder a las preguntas del autor ni a sus prejuicios. El australiano ha contado con once sólidos volúmenes, de 5.660 páginas en total de sus obras, que están compuestos pore sus discursos y artículos durante la época revolucionarias, pero también de papeles privados: cartas personales y poemas escritos a sus veinte años. Nunca reflejó públicamente su vida y su significado: murió de repente, y joven (asesinado), pero existen las reflexiones de los demás –los relatos de su hermana Charlotte y los de un maestro de escuela secundaria– que arrojan luz a este biógrafo que trata de disolver las barreras entre lo público y lo privado en la vida de Robespierre, limitada por las carencias sobre lo que conocemos. Una biografía que trata de arrojar luz sobre quién era aquel hombre que llegó a Versalles en 1789, pocos días antes de su 31 cumpleaños –y murió siendo un anciano de 36–, cuyo asesinato fue seguido por una reacción termidoriana.
 

Sobre el autor
McPhee es profesor en la universidad de Melbourne y ha publicado extensamente sobre la historia de Francia. «Living The Frech Revolution (1789-1799)» es una de sus obras que podemos considerar de referencia
Ideal para...humanizar a Robespierre más allá de la caricatura que pretende situarlo como un dictador moderno y un visionario abnegado
 Un defecto: Así como las grandes biografías pecan de extensas, la actual, bastante concisa, pide más páginas para conocer mejor la figura del abogado, escritor, orador y político que fue
Una virtud: Encontrar el punto medio entre el apriorismo y la realidad de un personaje tan controvertido y determinante en la historia de Francia
Puntuación: 8