Buenos Aires

La protesta de los estudiantes chilenos se radicaliza ante el «no» de Piñera

Chile vivió ayer una jornada de furia y resaca tras el terremoto estudiantil que sacudió el martes el país. Como advertencia al Gobierno de Sebastián Piñera, un ejército formado por 100.000 estudiantes marchó por las calles de Santiago, arrasando con todo a su paso. Sin embargo, el presidente chileno no ha dado su brazo a torcer y la guerra de las aulas podría recrudecerse.

Un estudiante chileno salta sobre un coche volcado en una calle de Santiago
Un estudiante chileno salta sobre un coche volcado en una calle de Santiagolarazon

Los estudiantes calificaron como un éxito la manifestación del martes y plantearon convocar un plebiscito para resolver el futuro de la educación en el país, una posibilidad que no contempla la legislación. Las autoridades rechazaron ayer el emplazamiento e hicieron un llamado a deponer las protestas y al diálogo.

El ministro Andrés Chadwick asegura que de la misma manera en que Piñera «se la jugó» por los mineros, «se la está jugando al 100%» por una educación mejor.
Las manifestaciones del martes concluyeron con violentos disturbios y un masivo «cacerolazo» nocturno. La más violenta, que transcurrió por el centro de Santiago, culminó con incidentes generados por encapuchados que levantaron barricadas, quemaron un coche y atacaron edificios, con un saldo de 396 detenidos y 78 heridos.

Pero no es la primera vez que los propios estudiantes piden cambios sustanciales en el sistema educativo de Chile. En 2006, la entonces presidenta, Michelle Bachelet, también tuvo que enfrentarse a enormes protestas de alumnos de Secundaria en lo que se conoció como la «revolución de los pingüinos» –por el color del uniforme de los jóvenes–. Al igual que ahora, el principal reclamo era que el Estado brindase una educación pública gratuita y de calidad, y que se prohíba el lucro en la educación privada.

Sólo el 25% del sistema educativo chileno lo financia el Estado. La gratuidad educativa sólo está garantizada en el nivel básico, y a partir de Secundaria, las escuelas pueden cobrar cuotas. Además, todas las universidades cobran aranceles.

En 1981, Pinochet reformó el sistema universitario, eliminando la educación superior gratuita. A partir de entonces, los alumnos sin fondos que quieren ir a la universidad deben solicitar créditos, bien estatales o bancarios, aunque asistan a un centro público.

Según los expertos, las dificultades de la educación en Chile no coinciden con la falda de recursos. «El problema es ideológico», explica el analista chileno Garcés Durán a la RAZÓN. En su opinión, los distintos mandatarios, tanto de izquierda como de derecha, prefirieron mantener la misma lógica neoliberal que convirtió a Chile en un país rico y dejaron que el mercado regulase ese sector.


El negocio educativo
En los últimos 30 años hubo un «boom» de escuelas privadas o subvencionadas en Chile que hoy acogen a más de la mitad de los alumnos. En el nivel universitario también surgió una treintena de centros privados que hoy representan el 60%. Irónicamente, esas universidades, cuya matrícula alcanza los 1.200 dólares, absorbieron a muchos de los estudiantes más pobres, que, por venir del sistema público, sacaron notas más bajas en las pruebas de acceso. Se trata de un sistema perverso que deja a miles de jóvenes de clase media y baja endeudados. El 70% de los estudiantes chilenos usa un crédito universitario.