Hollywood
Shakespeare qué catástrofe
Director: Roland Emmerich. Guión: John Orloff. Intérpretes: Rhys Ifans, Vanessa Redgrave, David Thewlis y Rafe Spall. GB/Alemania, 2011. Duración: 130 minutos. Drama.
«El día de mañana», «Independence Day», «2012»... No se equivocan, hablamos de Emmerich, el director de origen alemán afincado en EE UU desde que se convirtió en uno de los más poderosos reyes Midas de Hollywood, el especialista actual del cine catastrofista por antonomasia, el hombre al que pocos productores contradicen (pero los especialistas le nieguen el pan y la sal en cuanto a la calidad artística de sus productos), puesto que luego saben que triplicará en la taquilla los dólares invertidos y esto es un negocio, dirán. El mismo que ahora decide dejar aparcado los malos augurios, las aguas copiosas, los ataques marcianos a la tierra y tantas otras apocalípticas historias para hincarle la cámara, y con mala uva, a la vida y milagros de Shakespeare (aunque no sea el auténtico protagonista de la cinta), el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Con permiso del cineasta, quien ofrece una imagen del escritor/actor desoladora: pendenciero, cínico, vulgar, un buen bebedor que usurpa la autoría de las obras que luego le hicieron inmortal, «Macbeth», «Romeo y Julieta», «Hamlet»... Todas. Acostumbrado a las superproducciones con muchos ceros detrás, lo mejor de la película resulta la recreación de aquel Londres chorreante, sucio y peligroso así como las magníficas vistas aéreas y otras filigranas técnicas de alto presupuesto. Sin embargo, acaba resultando excesiva y confusa: demasiadas conspiraciones, demasiados incestos, demasiada gente, demasiada am- bición... Demasiada. Al menos, algo queda claro: Emmerich sabe que fue Edward De Vere, conde de Osxord, el verdadero autor de aquellas piezas maestras y Shakespeare un tipo casi analfabeto, un fraude absoluto, idea que quiere transmitir con un guión embarullado que despista sobre el asunto supestamente central . Ahora falta conocer la opinión de los especialistas en la producción del bardo, aunque algunos, sí, están ya que trinan.
lo mejor:
Emmerich, que de eso sí sabe y dinero tiene para hacerlo, recrea muy bien el sucio Londres del XVI
lo peor:
quiere contar tanto, hay tantos personajes, que la historia se vuelve pronto muy confusa
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