María Palacios
Lequio investiga quién reveló su viaje a EE UU por Jesús Mariñas
No puede con el tema, la sorpresa es, incluso, superior a su indignación. El conde Lecquio se huele lo peor, una traición del entorno y no parece dispuesto a perdonarla. Fui el primero en advertir la pillada de su escapada estadounidense, durante la que acompañó a su hijo en su ingreso en una universidad del país.
La imagen de Ana Obregón vestida como Bette Midler fue una visión brutal dentro de la formalidad universitaria. Un duro contraste con el refinamiento de Sandra Torlonia, la madre del conde y nieta mayor de Alfonso XIII. Se nota en los genes que nadie puede aprender o improvisar por más «Joya de la corona» que se crean. Las chicas de este programa demuestran asimilar bien las instrucciones de Carmen Lomana y terminan transformadas en clones. Con lo admirable que es la espontaneidad a lo Belén Esteban. Aunque la de San Blas, que esta semana se instala en su chalé de Paracuellos, tiene la labia de don Cristino Martos, que pasó a la historia como el mejor orador del país. Era de bragueta tan inquieta como su verbo. O eso cuentan sus descendientes.
Lequio se ha convertido en Sherlock Holmes para descubrir quién ha difundido el viaje que pretendía ser un secreto de familia para evitarle agobios a Álex, retoño que guarda un gran parecido con la infanta Beatriz, otro prodigio de exquisiteces y casticismo.
Acostumbrado a pasar los veranos con su hijo sin que nadie les haya pillado por California y Grecia –una escapada que Alessandro Lecquio repite con asiduidad– no logra entender de dónde salió la filtración. Es una puñalada trapera de las que más duelen. ¿Quién previno de cómo y de qué manera se desplazarían? Tomaron dos vuelos bastante caros y no todo el mundo puede permitírselo. Aunque no se atreve a señalar, a llegar a conclusiones disparatadas o erróneas, sabe que su madre es una tumba.
Si observan el reportaje que difunde la revista «Hola», publicación donde trabaja María Palacios, todos parecen confiados, sin desconfianza alguna. Tan sólo la abigarrada Obregón, envuelta en llamativos e inapropiados volantes de quinceañera –¿acaso no tiene espejos?– da la impresión de estar advertida de todo por cómo se coloca. ¿Será casualidad? Da para malpensar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar