Despidos
Lecter Bank por María José Navarro
Llámenme imprudente o tonta o todo a la vez, que me da igual: estoy loca porque empiece a funcionar el Banco Malo. Yo no sé bien lo que es el Banco Malo, como casi nadie, pero me atrae muchísimo esta entidad financiera, quiero que lo sepan: quizás sea mi reverso tenebroso, mi querencia al mal siempre disimulada y sepultada por convencionalismos sociales. El Banco Malo nos va a librar de una vez de la impostura del bienquedismo y de la tiranía de la educación impuesta: va a ser el único banco que reconozca que, en el fondo, es malo malísimo. Yo espero con impaciencia la llegada del Banco Malo, al que imagino con logotipo negro, sucursales llenas de telarañas y cajeros con ojeras negras y cicatrices en la cara. El Banco Malo, entiendo, funcionará como un banco normal, pero aún más perverso. Al entrar en sus sucursales sonará una risa como la de Vincent Price, uahahahaha. Las oficinas estarán iluminadas con candelabros y anunciarán sus productos financieros malvados: el Depósito Darth Vader, la Cuenta Ahorro Falconetti, la Hipoteca Lex Luthor. Al domiciliar la nómina regalarán un juego de machetes y unas cacerolas con mango metálico para que uno se queme al usarlas y así recuerde lo malvado que es el Banco Malo. El día del lanzamiento del Banco Malo, la sesión de Wall Street la abrirán, a golpe de campana, Herman y Lily Munster y se lanzarán miles de globos negros llenos de gas sarín y nosotros, los malvados, compraremos acciones para hacer el mal y saldremos en tropel a las calles blandiendo nuestras cartillas malignas en actitud amenazante. Loca estoy porque llegue el Banco Malo, loquita estoy, uahahahahaha.
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