Barcelona

El imparable Pablo González

Temporada de la OCNEBareber: «Adagio», Bartók: «Música para cuerdas, percusión y celesta», Dvorak: «Sinfonía nº 9 en Mi menor, Op. 95, Del nuevo mundo». OCNE. Director: Pablo González. Auditorio Nacional, Madrid.

La Razón
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Cada vez que el asturiano Pablo González (Oviedo, 1975) se ha puesto al frente de las orquestas madrileñas, Sinfónica de RTVE o esta Nacional a la que dirige por cuarta vez, entre medias había ascendido un nuevo peldaño en su carrera, tranquila y pausada, pero imparable. Desde el pasado octubre es el titular de la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, y su trabajo en dicha plaza ya empieza a estar sembrado de éxitos. Su más reciente comparecencia madrileña vuelve a poner de manifiesto las calidades de rigor, claridad, control del fraseo y vitalidad rítmica que le son propias, además de clara empatía con los músicos con los que trabaja.

Su «Adagio» de Samuel Barber poseyó todas las cualidades de tristeza y melancolía que Elena Torres le atribuye en sus magníficas notas. «Música para cuerdas, percusión y celesta» de Bela Bartók es una de las obras más difíciles del repertorio del XX por el directo virtuosismo de su escritura y el meticuloso ejercicio de ping-pong que exige a los dos grupos de cuerda contrapuestos: el firmante recuerda haber visto a los mismísimos Karajan y Filarmónica de Berlín armarse un zipizape considerable al inicio del segundo tiempo de la obra; se indica todo esto porque, dentro de un trabajo depurado y detallista, se advirtió la falta de algún ensayo adicional.

Rotundamente trabajada sonó la «Sinfonía del Nuevo Mundo» de Dvorak, aunque en ella pudo darse algún exceso de énfasis por parte de González. Salvadas estas reservas, la sesión resultó excelente en conjunto y revalidó la buena camaradería entre el joven maestro y la ONE. A González no hay que perderle de vista: ya ha dicho unas cuantas cosas, pero le queda casi todo por delante.