Berlín
La UE se cierra a la inmigración
Cerrar las defensas y buscar un chivo expiatorio. Tan vieja como el mundo, ésta es la respuesta en épocas turbulentas.
Y la UE, saliendo de una crisis económica –que arrastra detrás otra política, con el auge de movimientos populistas, euroescépticos o directamente xenófobos– dará estas dos puntadas con el mismo hilo el próximo miércoles, cuando la Comisión Europea presente su revisión al reglamento de la Europa sin fronteras. Un nuevo Tratado de Schengen con menos solidaridad y más blindaje para combatir la inmigración irregular.
Los casi 26.000 inmigrantes económicos y refugiados políticos, llegados principalmente a Italia tras la revuelta en el Norte de África, han hecho trizas el fino equilibrio de la solidaridad europea en el campo migratorio y han puesto contra las cuerdas el control fronterizo de Schengen, pensado para épocas de estabilidad. Como reconoce la comunicación que presentará la Comisión esta semana –y a la que ha tenido acceso LA RAZÓN– «la UE se está enfrentando a serios desafíos en el desarrollo de su política migratoria. La vulnerabilidad de algunas de las secciones de las fronteras externas es un claro ejemplo, notablemente en el sur del Mediterráneo».
Y para asegurar que la «mejora de la movilidad no socava la seguridad de las fronteras externas», el Ejecutivo comunitario propone la reintroducción de controles fronterizos dentro de la UE cuando «un Estado miembro no cumpla sus obligaciones en el control de las fronteras externas o cuando éstas estén bajo una gran e imprevista presión debido a un evento externo», como sucede ahora.
El documento de la Comisión aclara que esta reintroducción de los controles se utilizará «como último recurso y en situaciones verdaderamente críticas», sólo de manera temporal y coordinándolo con los Estados miembros, «hasta que otras medidas se hayan tomado para estabilizar la situación en la frontera externa relevante».
Sin embargo, el bloqueo del paso con Italia que realizó París este mes, estirando una de las dos excepciones de Schengen («amenaza para la seguridad pública»), y la probabilidad de que sean las capitales las que tengan mucho que decir en cuáles son estas «situaciones críticas» auguran una guerra inminente entre los socios del centro y norte de Europa y los del sur, que reciben la mayor carga migratoria. El documento, no obstante, defiende una decisión basada en una «respuesta comunitaria», lo que indica que la Comisión tiene intención de jugar de árbitro.
Bruselas –dice la comunicación– propondrá en breve cómo concreta este cambio, aunque conseguirá el efecto contrario de la gobernanza para el espacio Schengen que buscaba con esta revisión. Lo que está claro es que «debe reconocerse que la UE no está totalmente equipada para ayudar a esos Estados miembros [del Mediterráneo] más expuestos a los movimientos masivos migratorios».
Para corregir el rumbo de este reconocido fracaso, además de esta reintroducción de los controles internos, la Comisión propone incrementar los fondos de asistencia, ahora «inadecuados», para los socios que lo soliciten. E invita a considerar la posibilidad de crear un «sistema europeo de guardias de fronteras», que no supondrá «necesariamente una administración centralizada», sino «capacidades y estándares» comunes.
Para culminar el blindaje, la Comisión quiere que se impulse el reforzamiento de Frontex, la agencia de fronteras; se incluyan compromisos de readmisión cuando se firmen acuerdos con terceros países, y mayor «firmeza y efectividad» con la inmigración irregular a través de políticas de retorno forzoso, cuya coordinación quiere mejorarse a nivel europeo. En 2009, el número de irregulares detenidos en los Veintisiete fue de 570.0000 (un 7% menos que en 2008), mientras que los socios repatriaron a 250.000 personas (un 4,5% más que en 2008).
Ayer, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en respuesta a la carta enviada por Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi, dijo que la política migratoria de la UE no «debe caer en una visión demasiado laxa que suscite preocupación entre la opinión pública europea respecto a problemas de seguridad».
Cerco al extranjero
La comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, respalda la petición de Italia y Francia, que defendieron la semana pasada erosionar Schengen. Detrás de su «buenintencionismo», Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi pidieron torpedear la movilidad interna, ambos empujados hacia posiciones más duras con la inmigración. Sarkozy por las elecciones del próximo año y Berlusconi por el chantaje de sus socios de Gobierno de la Liga Norte.
Pero no son los únicos. El fin del multiculturalismo proclamado en Reino Unido y Alemania, el éxito del discurso antimusulmán en Berlín, el peso de partidos antiinmigración en Dinamarca, Holanda, Austria o Hungría o la victoria de la política xenófoba de los Verdaderos Finlandeses en las recientes elecciones prueban que el discurso contra los extranjeros vive una nueva primavera.
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