Barcelona
Montilla levanta el telón
El teatro estaba casi lleno ayer en el Romea para poder ver a José Montilla subido a un escenario teatral.
Por unas horas el Teatre Romea dejó de ser el escenario donde ahora la bella Amaia Salamanca hace de marquesa de O. Ayer, este teatro acogió la conferencia inaugural de inicio de la temporada de las artes escénicas y lo hizo con el presidente de la Generalitat, José Montilla, como ponente. El tema de la charla era atractivo y tenía algo de aquello que Barea llamó «la forja de un rebelde». Montilla habló del nacimiento de su vocación política, un paseo por su adolescencia desde su llegada a Cataluña hasta su ingreso en el PSC.
Bajo una puesta escena sobria –la del montaje «La marquesa de O»– y con la presencia entre el público del conseller Joaquim Nadal, la ex consellera Caterina Mieras y algunos directores teatrales como Josep Maria Pou o Calixto Bieito, Montilla matizó que su intervención sería parecida a la de los coros de las tragedias griegas porque «seré narrador de historias pasadas, aunque no formularé preguntas a los dioses».
El presidente de la Generalitat rememoró «el viaje inacabado» del adolescente que recién llegado a Cataluña desde Iznájar y que se encuentra «con la que sabíamos era la tierra más avanzada y con más conciencia social de España». Es hijo de «una familia humilde y de los vencidos, con un padre oyente clandestino de la BBC y La Pirenaica». Tiene su primer contacto con el catalán de manera curiosa: una pintada en una pared del Poble Nou en la que se leía «Visca el Barça!». «Me conquistó para la causa. Era una lengua nueva para mí», dijo.
Montilla rememoró que a los 16 años «me convertí en un currante: estudiaba por la noche y trabajaba de día». Es un joven que empieza a interesarse por la política y entra en contacto con grupos de izquierda. Esa curiosidad le llevó a la Lisboa de la revolución de los claveles y poder ver, aunque en luso, «El último tango en París».
El jefe del Govern también recordó sus lecturas de ese tiempo: desde Mao y Marx, pasando por «El Aleph» de Borges y, sobre todo, Semprún y Claudín. La salida del PCE de los dos «tuvo un profundo efecto en mí» en el momento en el que pasaba al PSUC y después al PSC. Montilla tuvo un recuerdo cariñoso hacia su primera esposa, recientemente fallecida, y concluyó lamentando que «nos sobra hipercriticismo. Necesitamos más autoestima». Tras eso, no bajó el telón, pero hubo aplausos.
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