Roma

OPINIÓN: Pedro y Pablo

OPINIÓN: Pedro y Pablo
OPINIÓN: Pedro y Pablolarazon

Hoy es domingo, y caluroso. Ya hay ambiente veraniego. Niños y adolescentes están plenamente de vacaciones; los jóvenes universitarios están acabando sus últimos exámenes. Muchas familias están iniciando el descanso necesario. Para la Iglesia hoy es un gran día: celebramos en nuestra diócesis -trasladada- la fiesta litúrgica de San Pedro y San Pablo, que ya se vivió en muchos lugares el pasado miércoles.

¿Qué suponen Pedro y Pablo para la Iglesia de ayer y de hoy? En el himno para la Hora Intermedia de hoy leemos: «Pedro la roca; Pablo, espada. Pedro, la red en las manos; Pablo, tajante palabra. Pedro, llaves; Pablo, andanzas». Es indudable que una de las riquezas de la Iglesia, desde el comienzo, es esta capacidad para unir lo diverso, conscientes de que los contrastes ayudan a clarificar y a avanzar. Las lecturas que serán proclamadas hoy recogen el amplio espectro que representan el que fue la Cabeza de la Iglesia y el que fue intrépido Apóstol de las gentes. En el Prefacio de la Misa diremos así: «…en los apóstoles Pedro y Pablo has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo el maestro insigne que la interpretó; aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, éste la extendió a todas las gentes. De esta forma, Señor, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio, celebra hoy tu pueblo con una misma veneración».

Pedro y Pablo son las dos grandes columnas de la Iglesia. Pedro ata y desata; Pablo anuncia el evangelio a la gentilidad. Pedro, el pescador del lago y piedra sobre la que construir la Iglesia; Pablo, el convertido y el evangelizador. Ambos fueron testigos del Maestro, y ambos acabaron mártires del Evangelio en Roma. El que habla de Dios es porque antes ha hablado a Dios; y hablar de Dios implica dar testimonio de la fe ante un mundo indiferente o increyente. Hoy, como entonces, el mundo sigue martirizando, crucificando o marginando a quienes hablan de Dios. Pedro y Pablo -la unidad en la diversidad, la autoridad y el carisma- son símbolo de una Iglesia que se encuentra hoy, como hace dos mil años, en la encrucijada de la fidelidad al Evangelio -Pedro-, pero sin renunciar al riesgo de abrir nuevos horizontes -Pablo-.
Elevemos hoy una oración de gratitud y de súplica por nuestra Madre la Iglesia, y más en concreto por Benedicto XVI -Pedro-, y por todas las realidades eclesiales, especialmente aquellas de primer anuncio y kerigmáticas -Pablo-. Es una extraordinaria ocasión para profundizar en nuestra fidelidad a la Iglesia -a Pedro-, y en la vocación misionera de quien luchó con todo su empeño por una iglesia abierta a todos los pueblos -Pablo-, una invitación a desarrollar y cultivar nuestra misma vocación misionera.


Luis Emilio Pascual
Capellán de la UCAM