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Europa sudor y lágrimas

La Razón
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El tenso debate en torno al tijeretazo social del Gobierno subirá hoy de temperatura con el paro general de los funcionarios. Más allá del seguimiento que consiga, la protesta es percibida como un prólogo o calentamiento de una huelga general, hipótesis que los dirigentes sindicales vienen sobando desde hace varias semanas. Como es natural, los funcionarios tienen todo el derecho a expresar su oposición a las medidas del Gobierno, al que con toda justicia acusan no sólo de incumplir un convenio firmado hace unos pocos meses, sino también de descargar sobre sus sueldos el importe principal del recorte. Es probable que si los gobernantes socialistas no hubieran incurrido en el populismo de subir desmesuradamente los sueldos de la Función Pública cuando en el sector privado ocurría justo lo contrario, se estaban bajando, el sacrificio de ahora habría sido menor y más llevadero. Al margen, por tanto, de las razones que puedan asistir a los funcionarios, lo cierto es que por toda Europa corren vientos de austeridad y ahorro de los que nadie queda a salvo. Incluso la locomotora alemana acaba de anunciar un plan de ajuste tan exigente que a su lado el español aparece moderado e insuficiente. De hecho, se trata del mayor programa de ahorro en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial. Los datos adelantados por la canciller Merkel no dejan lugar a dudas: serán despedidos 10.000 funcionarios, el Ejército se reducirá en 40.000 militares y los sueldos públicos bajarán un 2,5%. El ahorro que reporten estas medidas, sumado a los ingresos que generen dos nuevas tasas, una a los bancos y otra a las centrales nucleares, permitirá a las arcas públicas recortar el déficit en 80.000 millones de aquí a 2014. Es previsible que, en la misma línea, actúe el Gobierno británico de David Cameron tras denunciar ayer que el déficit público es muy superior a lo que había declarado su predecesor, el laborista Gordon Brown. El tono dramático empleado por el primer ministro preanuncia tiempos de escasez «que afectarán a cada uno de este país y nos acompañarán durante años». En este contexto, que no tiene precedentes en Europa desde los años duros de la posguerra mundial, la vicepresidenta Salgado se sometió ayer el primer examen de «selectividad» de Bruselas, que debe juzgar a lo largo de los próximos días si el plan español es suficiente o requiere una mayor profundización. No hace falta poseer dotes adivinatorias para asegurar que las autoridades comunitarias exigirán medidas suplementarias. Sobre todo si, como pronostica el gabinete de estudios del BBVA, la economía retrocederá un 0,6% en 2010, en vez del 0,3% previsto por el Gobierno. A mayor recesión, menos ingresos y más gasto social, con lo cual las cuentas sufrirán un desajuste mayor al calculado y el déficit irá en aumento. Que nadie dude de que la sociedad española, como la británica, se enfrenta a un horizonte duro y difícil tras varios años de derroche y de gasto irresponsable. Cuanto antes se asuman los sacrificios, antes se saldrá del túnel. Pero le corresponde al presidente del Gobierno liderar esa tarea y enmendar seis años de errores e imprevisiones. Aunque ello le cueste el divorcio con los sindicatos.