Miranda de Ebro

Mirandés alegría contagiosa

Mirandés alegría contagiosa
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Sí son profesionales; por Lucas Haurie
Pero no cobran como Messi por jugar al fútbol, así que deben volcar su profesionalidad en otras facetas. Yo deseo que ganen. María José, también.
Vamos a quitarnos las caretas: le he endosado canallescamente a mi vecina el marrón de atacar lo inatacable, la epopeya del Mirandés. Comparto algunas cosas con María José. La más notoria es esta página y, entre las confesables, otra es la afición al rugby. Entenderán enseguida que les refiera vivencias personales para explicar mi adhesión inquebrantable a los burgaleses, más allá de lo feliz que me haría ver morder el polvo al cuentista de Bielsa y a su patética cohorte de pelotas.
Un jugador de mi equipo, Alberto Moreno, es policía. Una vez, terminó una guardia a las tres de la madrugada y condujo siete horas hasta Valladolid para no faltar a un partido. Uno de los mejores «flankers» de España, el Cochino, trabaja de descargador en el puerto y más de un domingo ha pagado de su bolsillo a un suplente para poder jugar. En agosto, apareció en un entrenamiento un chaval francés que pateaba a palos como Dios. Ganamos el primer partido gracias a él, pero apenas juega porque los fines de semana coge un Ryanair para traerse comida congelada de su madre. Es un «erasmus» y no sabe cocinar. Mi equipo es el Cajasol Ciencias, del que fui jugador (malísimo) y ahora soy directivo (peor). Somos el único club estrictamente amateur de la División de Honor de rugby y competimos contra gorilas llegados de Argentina, Suráfrica o Nueva Zelanda, que entrenan tres veces al día. Los jugadores del Mirandés, y los del Ciencias, son tan profesionales como Messi. Pero no cobran lo que él por jugar al fútbol, así que deben volcar su profesionalidad en otras facetas. Yo deseo que ganen. María José, también.

El buen Goliat; por María José Navarro
Mientras paseo por Miranda de Ebro, podría decirles que después de haber vivido el ascenso del Albacete a Primera comprendo a esta gente.
Hoy, mientras paseo por Miranda de Ebro (y no es una manera de hablar), lo fácil sería estar al otro lado de la página hablando de la épica de David sobre Goliat, de la ilusión que proporciona el fútbol modesto y de la alegría de sus victorias, ésas que son distintas a las que se disfrutan habitualmente. Hoy, mientras paseo por Miranda de Ebro, podría decirles que después de haber vivido el ascenso del Albacete a Primera División comprendo perfectamente a la gente de este pueblo, entiendo que no quieran despertar del sueño y sé que estarán viviendo semanas de un buen rollo inexplicable y precioso que se contagia sin esfuerzo. Que las calles tienen más luz, que el personal tiene ganas de echarse a la calle, de presumir y de salir por ahí fuera y que te feliciten por ser de un sitio tan majete y tan simpaticón. Hoy, mientras paseo por Miranda de Ebro, me daré cuenta de que soy otro de esos forasteros que ha querido acercarse a contemplar de cerca ese estallido de esperanza, pero también pensaré en lo ingratos que estamos siendo con ese otro equipo singular y distinto que es el Athletic Club de Bilbao. Llevados por la simpatía que provoca siempre el más débil, nos hemos casi olvidado de ese otro fenómeno único, de filosofía diferente al resto y que ha llenado sus páginas de leyenda sin abandonar nunca sus principios. Ése es el rival del Mirandés. Ni más ni menos que el Athletic Club, un equipo a veces incomprendido, pero siempre respetado. Hace bien poco se quedó rozando esa Copa, y esta vez, mientras paseo por Miranda, creo que, de nuevo, ha llegado su hora.