Londres

Guerra fratricida por el control del laborismo

Se prometieron amor fraternal eterno, pero todos eran conscientes de que tan sólo era cuestión de tiempo ver estallar la guerra. Los hermanos Miliband han monopolizado la carrera por el liderazgo del Partido Laborista. El hecho de que se presentaran los dos entre los cinco candidatos para hacerse con el título de líder no extrañó demasiado, pero tampoco fue una noticia que agradara a las filas de la formación.

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Durante los últimos años, el partido ha estado marcado por la relación de amor odio de Tony Blair y Gordon Brown y aunque ahora nadie está preparado para otra década a dos bandos, los fantasmas del pasado no tienen ganas de irse.

Los propios protagonistas han recalcado una y otra vez que la era de sus antecesores está «acabada», pero las memorias de Tony Blair han vuelto a dar paso a la guerra civil. El ex «premier» prometió que no apoyaría públicamente a ninguno de los aspirantes, pero en su libro, «Un viaje», quien lee entre líneas encuentra fácilmente los elogios al mayor de los hermanos, David, y las críticas para Ed, al que acusa de situarse demasiado a la izquierda. No se puede decir que las palabras bonitas favorezcan al que siempre se ha visto como favorito. A David Miliband –«Mili-D», como es conocido entre las filas– no le conviene posicionarse como «el niño» del ex «premier». A su hermano menor, «Mili-E» tampoco le compensa mostrar su lado «brownista». Aunque ambos están concentrados en pasar página, la batalla parece inevitable.

Y francamente, la situación no sería nueva para ninguno de los dos. Los Miliband vivieron especialmente de cerca el enfrentamiento Blair-Brown. Cuando David era ya una de las figuras importantes del círculo del enviado del Cuarteto para Oriente Medio, Ed entró como ayudante junior en la oficina del escocés.

La tensión que vivían sus jefes se trasladó a ellos de manera inevitable. Sus colegas aún recuerdan cómo los emails de trabajo que se enviaban eran tan sólo para mandar órdenes como «Tony quiere esto y lo quiere rápido», sin ningún tipo de saludo o despedida afectuosa.
Sobre todo por parte de David, ya que el pequeño de los Miliband siempre fue más emocional. A «Mili-E» le costó decidirse presentarse contra su hermano por no hacerle pasar un mal rato a su madre. Pero ahora que ya no hay marcha atrás, la familia está «horrorizada por lo que está pasando entre los muchachos», según contó un amigo al rotativo «The Times». La distancia entre ellos no ha quedado relegada sólo al plano personal. A medida que la campaña avanza les es más difícil ocultar en público sus tiranteces.

El nombre del elegido no será desvelado hasta el próximo 25 de septiembre en el Congreso Anual Laborista, pero todo apunta a que serán ellos los que protagonicen el sprint final. Durante mucho tiempo David, de 45 años y actual favorito en las encuestas, fue considerado la mejor opción para suceder Brown.

Su círculo más íntimo y el propio Blair le animaron para retar al escocés cuando éste tuvo vía libre para el número 10. En 2008, cuando el entonces «premier» se encontraba en sus índices más bajos de popularidad, sus aliados le volvieron a pedir que se presentara para el puesto.
Pero después de muchos titubeos, «Mili-D» pensó que aún no era el momento y no fue hasta después de las elecciones de mayo –catastróficas para la formación– cuando presentó oficialmente su candidatura. Son muchos los que aún consideran que él será finalmente el elegido, incluida la famosa Guillian Duffy. La pensionista calificada en un renuncio de Brown como «intolerante» en medio de la campaña electoral de abril, prometió dejar de votar a la formación, pero David consiguió este verano hacerla cambiar de opinión con una interesante conversación en su casa acompañada de té y pastas.

El tenaz movimiento no hizo otra cosa que mejorar aún más su imagen y su apoyo económico. Su campaña, con diferencia, es la que ha recibido más donaciones. En los dos primeros meses recaudó más de 200.000 libras con aportaciones individuales de 50.000 libras, una cantidad que supera con creces las donaciones con valor de 15.000 libras que ha cosechado su hermano pequeño. Pero aunque David cuenta con el carisma y la hucha llena, Ed, de 40 años y mucho menos «cool», ha logrado el apoyo de los sindicatos, lo que hace que la situación se vuelva mucho más interesante.


El voto obrero clave
Un tercio de la votación de septiembre depende de las agrupaciones de trabajadores y el menor de los Miliband ha conseguido el respaldo de las tres más importantes del país.
Aunque esto, más que a su hermano, ha perjudicado sobremanera a Ed Balls, otro de los candidatos que viene de la mano de Brown. Después de perder el apoyo de Unite, el sindicato más representativo y el mayor contribuyente a las arcas del Labour, muchos pensaron que éste se retiraría de la carrera. Las encuestas no le dan muchas posibilidades, pero los mentideros británicos dicen ahora que «Mili-D» le habría podido ofrecer ser el responsable de Economía de la oposición si finalmente se hace con el liderazgo.

La supuesta oferta ha puesto los pelos de punta dentro de las filas. Y es que no es otra cosa que una copia exacta de los inicios de la era Tony Blair y Gordon Brown. La pregunta, por tanto, no es si el Partido Laborista tiene posibilidades de ganar los próximos comicios generales, sino si está preparado para el futuro «pacto de Granita» –el nombre del restaurante en el que se dice que Blair y Brown acordaron el liderazgo del primero y la sucesión del segundo– con el que juegan las nuevas generaciones.