Sáhara Occidental
Iberia 65 años «cruzando el charco»
La aerolínea lidera el mercado entre Europa y América Latina, ya que ofrece más de 250 vuelos directos a la semana
Hace seis décadas y media Iberia cruzó por primera vez el charco, convirtiéndose en la primera aerolínea en unir Europa y América después de la Segunda Guerra Mundial. Con visión de futuro, la compañía española empezó a apostar por un mercado que, en los últimos años, ha demostrado su enorme potencial. Hoy, Iberia representa la mayor oferta de destinos y vuelos directos entre Europa y América Latina, afianzándose un año más como líder indiscutible en este mercado. Nadie podía esperar que aquellos primeros vuelos alcanzaran una ocupación del 90 por ciento, y mucho menos que se pasara de ofrecer un vuelo semanal con varias escalas antes de llegar al destino final, Buenos Aires, a ofrecer cerca de 266 vuelos directos a la semana; y de servir tres países (Argentina y escalas en Brasil y Uruguay) a 21 destinos en vuelos directos y diarios en casi todos los casos. Es más, Iberia ofrece, además, vuelos a casi 40 destinos latinoamericanos en código compartido con otras compañías aéreas.
Fue en 1946, el 22 de septiembre, cuando un cuatrimotor Douglas DC-4 de Iberia despegó del aeropuerto madrileño de Barajas rumbo a Buenos Aires. Tras 36 horas de viaje y varias paradas en Villa Cisneros (Sáhara Occidental) y las ciudades brasileñas de Natal y Río de Janeiro, el avión aterrizó al aeropuerto bonaerense de Morón. Casi un mes más tarde, el 15 de octubre, se establecieron los vuelos regulares, en un principio cada diez días, con una parada adicional, Montevideo, por petición expresa de las autoridades uruguayas. El éxito de la ruta no se hizo esperar, y muy pronto se convirtió en frecuencia semanal.
El trayecto resultaba verdaderamente una experiencia, y no sólo por la duración del viaje, 36 horas incluidas las escalas y una noche en el parador de Villa Cisneros, construido específicamente para que los clientes pudieran pernoctar en el vuelo de regreso. Cruzar el Atlántico era bastante crítico, lo que obligaba a tomar algunas precauciones. A bordo el servicio era todo un lujo, empezando por el ofrecido por las primeras azafatas.
El nombre para designarlas fue objeto de debate: aeroviarias, aeromozas, mayordomas o provisadoras fueron algunas de las opciones planteadas.
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