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París visita la sensualidad más afilada de Helmut Newton

La vulgaridad más elegante, convertida en icono atemporal de la sensualidad a través de la pupila de Helmut Newton, ocupa hasta el próximo 17 de junio las estancias del Grand Palais de París a través de una generosa retrospectiva consagrada a uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX.

A lo largo de más de 200 imágenes de diversos formatos que van desde la fotografía monumental hasta las Polaroid, la muestra escruta la singular mirada de un revolucionario de la plasticidad que trató con un erotismo y una extravagancia inéditos el mundo de moda, lujo, poder y dinero en el que se movía Newton (1920-2004).

"Me atrae mucho el mal gusto, mucho más excitante que el pretendido buen gusto que no es más que la estandarización de la mirada", explicaba este acróbata del negativo enamorado de los tacones de aguja.

En color y blanco y negro, el fotógrafo nacido en Berlín y fallecido en Los Ángeles que coleccionó nacionalidades, huyó de los nazis, pasó por Singapur, se enroló en el ejército australiano y vivió en París, Londres, Nueva York o Monte Carlo, imprimió su nombre en la historia de la moda y del desnudo.

"Una buena fotografía de moda debe de parecer cualquier cosa menos una fotografía de moda: un retrato, una foto recuerdo, una de paparazzi...", comentaba Newton, que aunó una para siempre sus cosméticas imágenes al universo de las pasarelas.

La retrospectiva, la primera que dedica París a Newton desde su muerte, rocía el recorrido de esas mujeres desnudas a las que retrató con una sensibilidad única que le permitía transformar las imágenes más grotescas en instantáneas de belleza extrema.

"Si busco la verdad de un punto de vista, no me conformo con lo que el arte acepta o no. El 'sadomaso', por ejemplo, siempre me parecen interesantes. En el maletero de mi coche siempre tengo cadenas y esposa, no para mí, sino para mis fotos", comentaba.

Mujeres desvestidas, enjoyadas, desatadas, desdobladas, uniformadas, duplicadas, sometidas, idealizadas y atestadas de matices, texturas, humor y, sobre todo, de sensualidad, estructuran la exposición.

Pero también retratos de diferente factura de algunas de las celebridades de las que se rodeó y a las que capturó con un inusual ingenio.

Entre ellas, cuelga de la pared una escotada Catherine Deneuve sosteniendo un cigarrillo en los labios, un Salvador Dalí enfundado en una bata de seda, un jovencísimo Karl Lagerfeld esparciendo flores por el cielo de París, un Jean Marie Le Pen rodeado de dobermans, Margaret Tatcher, Carolina de Mónaco, Yves Saint Laurent o Cindy Crawford...

La muestra contiene también el "making-of"de algunos de esos retratos, a través de un extracto del rudimentario documental que grabó con cámara a hombro y durante seis años su esposa, la actriz June Newton, y que tituló "Helmut by June".

En la cinta se le pregunta a June si se siente celosa, dado que su marido pasaba la mayor parte de su vida registrando con su cámara a algunas de las mujeres más hermosas del planeta, a las que desnuda, moldea, dirige y confiere el atractivo fetichista que llevó cientos de veces a las portadas de "Elle"o "Vogue".

"Solo me preocupé una vez, cuando empezó a fotografiar flores, en concreto, flores muertas", explica June, que comprendía perfectamente que su profesión no era solo una carrera, sino "una pasión, una obsesión".

Y a través de ella, con meticulosa precisión y sin dejar espacio a la improvisación, Newton supo sintetizar parte de la sensualidad más influyente de su siglo, como los labios rojos de Marilin Monroe o la oscuridad de los ojos de Brigitte Bardot, y aunarla con una ambigüedad y una brutalidad de extremado refinamiento, cosecha propia.

"Algunos creen que la fotografía es arte. La mía no. Si termina expuesta en una galería o en un museo, muy bien, pero no es para lo que las hago. Soy un pistolero a sueldo", aseguraba.