Cataluña

La fiesta de Mas

Cataluña es la más endeudada no sólo por culpa del tripartito, sino porque Pujol y Mas gobernaron sin mirar en gastos innecesarios 

La Razón
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Hay algo en Artur Mas que produce inquietud. Su doble discurso, quizás esa tentación inexplicable por seguir la senda de Puigcercós pese a que ERC cae en picado en las encuestas. Ayer nos sorprendió otra vez con apelaciones que, hechas por otra persona en otro país, podrían ser calificadas de racistas. No creo que Mas sea racista, pero alimentar el discurso contra España, aprobar vídeos de campaña en los que un carterista envuelto en la bandera rojigüalda roba a un catalán, o decir que «no queremos que la fiesta que se ha hecho desde hace tiempo en el resto del Estado se pague con dinero de los catalanes», es propio de políticos segregacionistas como Bossi, que culpan de sus males a los demás y se dedican a ganar votos llamando «ladrones» a los romanos y los napolitanos. Mal asunto. No por el uso en sí de la palabra «fiesta», sino por decir que la «fiesta» es de los demás, y que la paga Artur Mas. Ambos conceptos falsos. Es verdad que en España, y por tanto en Cataluña, ha habido mucha fiesta. Administraciones públicas hinchadas, empresas públicas deficitarias, inversiones ruinosas, derroche en subvenciones, subsidios, regalos de cheques bebé y 400 euros, planes E o el voto cautivo del PER. Esos y otros exponentes de la «fiesta española» han tenido su reflejo y ampliación en la Cataluña gobernada por Mas en Ayuntamientos y Diputaciones, y por supuesto en la gestión diaria de un tripartito que ha gastado sin contemplación en viajes y coches oficiales, informes y mamandurrias soberanistas, embajadas innecesarias y parafernalia semiestatal. En realidad el tripartido se ha dedicado a hacer lo mismo que Pujol, aunque con especial descaro. Cataluña es la autonomía más endeudada, no sólo por la gestión de Montilla, sino porque Pujol gobernó sin miramientos en protocolo y propaganda, en televisiones y radios públicas, en abrir oficinas por el mundo y llevar representantes del Estat Catalá a lugares insospechados. La fiesta española ha sido en gran medida la fiesta autonómica y la fiesta de un nacionalismo catalán insaciable, más preocupado por lucir en coche oficial con senyera que por mejorar la vida diaria de una Cataluña que gobiernan desde hace treinta años y que si no ha prosperado ha sido por la «fiesta del tripartito», sí, pero también por la «fiesta» de Mas y de Pujol cuando mandaron. Eso sin citar otras fiestas de juzgado de guardia como el expolio del Palau o las presuntas comisiones de Prenafeta y Maciá, o la supuesta financiación irregular a través de los negocios del juego y el tres por ciento.

De Mas inquieta que carezca del sentido de Estado que al menos tenía Pujol, y ese discurso de parvulario tan impropio de quien va a ser pronto presidente de Cataluña. No estaría de más que, en vez de emular tanto a Puigcercós, se fijara un poco en Duran, a quien por alguna razón las encuestas sitúan como el político mejor valorado no sólo en Cataluña sino también en el resto de España.