San José
La máquina C todavía perfora por si todo falla
En mitad del desierto de Atacama un manto de niebla esconde los áridos cerros, mientras sobrevuelan los helicópteros y suenan las bocinas. Se trata del primer simulacro que realizan los equipos de rescate con el conducto ya revestido. En un espacio de 200 metros deslizaron las jaulas Fénix, mediante las cuales los 33 mineros serán rescatados de las profundidades de la mina de San José. Es el último test antes de la prueba de fuego que comenzará el miércoles a las cinco de la madrugada.
Así lo confirmó ayer el ministro de Minería chileno, Laurence Golborne, quien se mostró satisfecho con el estado de avance de los preparativos para el «Día D». «A las 05:00 horas de esta mañana –por ayer– se inició una prueba lo más real posible con la cápsula Fénix 1, llegando hasta los 610 metros de profundidad. Los resultados han sido muy positivos. La cápsula se comporta muy bien dentro del ducto, se adapta en el desplazamiento por el encamisado y sin el encamisado. No se registra movimiento ni balanceo, ni cae polvo dentro del canal», afirmó el ministro.
Todavía queda lo más difícil. Bien lo saben los familiares, que aguardan en el Campamento Esperanza con el corazón en un puño. Calentándose alrededor de las hogueras, entre nerviosos y emocionados, no quieren ni oír hablar de posibles problemas. Sin embargo, cabe la hipótesis de que la jaula tenga dificultades en el ascenso. En ese caso habría que ampliar la boca del agujero con explosivos y si ello fuera necesario, habría que hacer una nueva planificación técnica para que los mineros atrapados realicen las explosiones desde el interior.
Se llama María Segovia y le llaman la «Alcaldesa del Campamento». Tras conocerse que 33 mineros quedaron atrapados a 700 metros bajo tierra y que entre ellos estaba su hermano, salió corriendo del pueblo de Antofagasta, donde vende empanadas para ganarse la vida. Desde agosto se instaló en la mina para salvar a su familiar. En el improvisado altar le pide a San Lorenzo, el santo de los mineros, que su hermano Darío Segovia vea pronto la luz del día. «La mina es una madre que va a parir a 33 hijos sanos y salvos», asegura.
Paradójicamente, la situación de los trabajadores sigue siendo complicada ante su rescate. Deberán subir en una cápsula de 53 centímetros de diámetro, en un trayecto que se extendería unos 15 minutos, aunque toda la operación de salida puede alargarse una hora por cada uno de los 33 mineros. Durante todo el ascenso serán monitorizadas sus condiciones de salud, y en caso de emergencia, podrán desprenderse de la cápsula de cuatro metros de extensión diseñada especialmente para el operativo.
«Podrán surgir contratiempos, pero los rescatadores ya cuentan con ellos. Hay varios problemas que pueden producirse», advierte a LA RAZÓN el ministro de Sanidad, Jaime Mañalich, con cara de preocupación. «Por ejemplo, que la cápsula se atranque, que a alguno sufra una descompensación, le suba la presión, se hiperventile o le dé claustrofobia», afirma y nos recuerda que, como respaldo ante posibles contratiempos, sigue avanzando la perforación alternativa del llamado Plan C.
Otros de los posibles inconvenientes que podría afectar el traslado de los mineros en helicóptero es el fenómeno climático conocido como camanchaca, caracterizado por una densa neblina. «Una camanchaca así como la de hoy (por ayer) en la mañana, no les permite volar. En tal caso, los mineros deben permanecer en el hospital de campaña, donde se puede atender a ocho de manera simultánea. Cuando el cielo abra, se podrá transportarlos», detalló Mañalich. Como dijo el astronauta, Neil Armstrong, «nos prepararon para ir a la luna pero no para volver». Uno de los mayores temores del equipo de psicólogos que se encarga del rescate es el acoso que sufrirán los mineros por parte de la Prensa cuando sean dados de alta del hospital del Copiapó, en unos cinco días. Para protegerlos de los «lobos», como algunos rescatistas nos han bautizado «cariñosamente» a los reporteros, los mineros estuvieron recibiendo hasta ayer cursos intensivos de cómo comportarse ante las cámaras. Con una regla de oro que les han tatuado en la frente: «Cuando te hagan una pregunta que no te guste, no la rechaces. Solamente di sobre ese tema no quiero hablar y pon ‘‘cara de Póker''».
El periodista y gerente de la Asociación Chilena de Seguridad en la Región de Atacama, Alejandro Pino, encargado de dar las videoconferencias a los 33 mineros explica a LA RAZÓN que «lo primero era plantear cómo hay que entenderse con la prensa. Que al periodista no hay que mirarlo como un enemigo, sino como una interface entre una sociedad que pide saber lo que ha pasado». La segunda norma se centraba en cómo desarrollar temas de conversación en caso de que sean invitados a canales de televisión o a tertulias. Sin embargo, Pino dice que los trabajadores no tienen miedo de enfrentarse a los periodistas.
Tras el curso impartido por el periodista se asegura que por lo menos la mitad de los 33 mineros atrapados estaría dispuesto a contar su historia a los medios de comunicación. Parece que algunos ya se empiezan a preparar para la fama.
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