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José Luis Rodríguez Zapatero: «El punto de encuentro es la dignidad humana»

La Razón
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El ex presidente del Gobierno buscó en el arduo debate de las relaciones Iglesia-Estado los puntos de encuentro, las bondades de esas relaciones, lo que una institución ha aportado a la otra y viceversa. Su alocución comenzó con una referencia al famoso debate entre Junger Habermas y Joseph Ratzinger cuando éste era aún cardenal. Zapatero se remitió al filósofo con una cita que parecía invitar a un debate enconado: «La religión debe renunciar a organizar todos los aspectos de la sociedad». Pero lo que parecía ser un dardo de inicio se convirtió pronto en una reflexión sobre la necesidad de esa separación de Iglesia y Estado, la separación, que «no la hostilidad», como había dicho en su intervención inicial, como garantía de la libertad religiosa y de los ciudadanos en una sociedad aconfesional como la española, regulada por la Constitución. De hecho, más allá de la aconfesionalidad que nos rige en la Carta Magna, Zapatero se definió como un defensor del Estado laico, porque esa visión laica «de respeto a la diversidad es lo más razonable, porque así se respeta la creencia de cada uno y se respeta mejor la libertad de la religión».

Respeto, una palabra que repitió muchas veces a lo largo del debate y desde el cual se construye todo lo positivo que la relación entre ambas instituciones ha aportado a la sociedad. De hecho, consideró que ese reconocimiento de la aconfesionalidad del Estado no puede estar al margen del reconocimiento «del sentimiento mayoritario religioso de la sociedad y la cooperación con la Iglesia Católica y el resto de confesiones». Es más, recalcó que «sería un ejercicio intelectual muy pobre» ignorar la influencia decisiva del cristianismo en la historia de Europa.

El ex presidente recalcó que «el punto de encuentro entre las dos instituciones es el valor de la dignidad humana y el respeto a la libertad individual». Asimismo, siguiendo la línea de la influencia del cristianismo antes citada, Zapatero destacó la importancia de la Iglesia como «gran fuente cultural a la que hay que estar siempre dispuesto a escuchar», igual que la Iglesia ha incorporado fuentes culturales que emanan de la Ilustración. De esa influencia recíproca entre unas y otras fuentes debe emanar en su opinión un aprendizaje mutuo, algo que se ha producido en estos treinta años de democracia, en los que se ha dado una convivencia razonable y de cooperación.

El ex jefe del Ejecutivo ha celebrado ese buen desarrollo de la relación Iglesia-Estado y mostró su esperanza en que el debate de ayer contribuyera a oír argumentos de cada una de las partes, un debate, una discusión que, subrayó, «será fecundo para convivencia».
Volviendo al respeto, que ha presidido el binomio Iglesia-Estado pese a las diferencias de cada momento, que presidió ayer el debate entre Cañizares y Zapatero y que debe regir cualquier análisis desde posiciones tan divergentes, ese respeto «es la puerta inevitable para la dignidad y el valor del ser humano». Escuchar, reivindicó por último, será fecundo para la convivencia. Acabó así el ex presidente, con una invitación a la reflexión, una intervención que había comenzado reivindicando la necesidad de la separación entre ambas instituciones.