Londres
Siempre Hong Kong por Ramón TAMAMES
En las últimas dos semanas, en esta sección «Planeta Tierra» publiqué sendos artículos sobre Vietnam y Singapur: evocaciones de un viaje que en el mes de marzo realicé al sudeste asiático. Hoy, terminaré la serie sobre «horizontes tan lejanos», ocupándome de Hong Kong; ciudad anglochina que visité por primera vez en 1972, cuando ya por entonces era más que una promesa de prosperidad. Empezaban a surgir grandes rascacielos, y se hablaba de la inevitable necesidad de un nuevo y gran aeropuerto.
El conjunto de Hong Kong conservaba muchos entrañables elementos del pasado; especialmente en «los nuevos territorios», la parte más extensa del total de 1.000 km2 que tiene el espacio hongkonés, para sus casi ocho millones de personas. Aún pudimos ver en el lejano 1972, muchos cultivos hortofrutícolas y numerosos estanques dedicados a la cría de peces. Como un viaje casi sensacional, nos llevaban a los expedicionarios a una especie de atalaya desde donde se divisaban pequeños pueblos y una gran fábrica en la «China comunista», como entonces se recalcaba, cuando Mao meditaba sobre la revolución cultural.
Hoy, Hong Kong es una ciudad-exposición para arquitectos, pues toda su amplia bahía bilateral configura una escena urbana sólo comparable a Manhattan y a Pudong en Shanghai. Con un puerto sensacional de contenedores, por el que pasa casi un 25 por ciento de las exportaciones de la República Popular. Hong Kong es, por lo demás, un gran laboratorio para China: en temas financieros y sobre todo bursátiles, en altas estrategias empresariales, y también como experimento político de una democracia a medias, después de cesar el poder colonial británico en 1997. Porque los muy demócratas de Londres, mientras tuvieron la colonia, la democracia no existió en ella.
¿Está China hongkonizándose o Hong Kong está achinándose? Más bien lo primero que lo segundo.
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