Barcelona

Dos Papas que abrieron el milenio

Juan Pablo II inspiró a una generación de seminaristas, y Benedicto XVI los hace obispos en una Iglesia en expansión 

Dos Papas que abrieron el milenio
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Olvídese de los casos de abusos sexuales en el clero. Son trágicos, gravísimos y han ensuciado los últimos años en la Iglesia. Benedicto XVI ha declarado prioritario atender a las víctimas y prevenir los abusos. Pero no es una de las grandes dinámicas que marcan el futuro ni el presente del catolicismo en el mundo. La demografía, la natalidad, la emigración son más importantes. Pensemos en las cifras: la dictadura norcoreana necesita tener cercado su país para mantener su ideología «juche» (una religión de culto al líder) sobre 19 millones de norcoreanos.

Por contraste, la Iglesia católica, sin armas nucleares ni ejércitos, ve crecer sus fieles en 20 millones cada año: personas que libremente piden el bautismo para sí o para sus hijos.

Desde el año 2000 la Iglesia ha aumentado en 180 millones de fieles, y dentro de diez años más habrá 1.500 millones de católicos. Y con internet o a través del móvil será una comunidad global y conectada, enraizada en casi cualquier lengua y cultura, pero que mirará a Roma. Al contrario que las religiones «nueva era», o las corrientes liberales protestantes, que tienden a desmenuzarse en grupos cada vez más pequeños y con adherente menos comprometidos, la estructura jerarquizada, a la vez local y global del catolicismo, le garantiza una unidad de acción favorecida por la tecnología. Para ello, el papel de los obispos es clave... y ahí es donde Benedicto XVI y Juan Pablo II han realizado su jugada de mayor alcance. Por un lado, el potente carisma de Juan Pablo II marcó a toda una generación de seminaristas que hoy son curas a los que Benedicto XVI convierte en obispos.

Por otro lado, Juan Pablo II dejó un vastísimo magisterio, incluyendo herramientas como el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica o el Compendio de Doctrina Social, donde sus enseñanzas sobre familia, economía, trabajo y política se convierten en tradición católica.

Cualquier obispo que quiera orientar su trabajo con visión de futuro sólo tiene que leer la «Novo millennio ineunte», del año 2000, la «hoja de ruta» de Juan Pablo II para el siglo XXI. Benedicto XVI, elegido sucesor de San Pedro el 19 de abril de 2005, ha situado como su gran prioridad la renovación del episcopado. Se nota incluso en el Colegio de Cardenales: de los 121 que tienen derecho a voto, él ya ha creado 50. La renovación eclesial también implica hacer limpieza, como muestra su firmeza ante el escándalo de los abusos. Ante el reto de la descristianización de Occidente, responde llamando a una «nueva evangelización» para la que ha creado incluso un nuevo Consejo Pontificio. Predica sin cansarse contra la dictadura del relativismo. Ante la crisis económica, con «Caritas in veritate» (2009) quiere recordar que las raíces del desastre son morales.

Dialogar con todos

Ha viajado con éxito a ciudades tan secularizadas como Londres, Barcelona, París o Praga. Mantiene buenas relaciones con las iglesias ortodoxas. A partir de Pentecostés de 2011 veremos la efectividad de su oferta de acoger en ordinariatos especiales a los anglicanos que quieran volver a la unión con Roma. Más lenta se adivina la reconciliación plena con los lefebvrianos, a cuyos obispos levantó la excomunión en enero de 2009.

Hay problemas serios con una China que vuelve a ser hostil, con el «nuevo ateísmo grosero» en Occidente, con el terrorismo islámico. En Roma preocupa también que los cristianos de Occidente no consiguen incidir en la política. La solución es el ejemplo de los santos, muchos de ellos modernos, filmados a color, con milagros certificados en hospitales del año 2004 o 2006. Sus expedientes los envían a Roma por e-mail o en un «pendrive».