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Fe y milagros por Jorge Urosa

La Razón
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Es tiempo de fe y milagros. Cuando las cosas se ponen complicadas, cuando se sufre sin oír al lado una voz segura y firme, el único camino que queda es el del valor y la fe. La fe en uno mismo, en la familia y en los amigos de verdad. La fe en definitiva, en las creencias más arraigadas de uno mismo, y para algunos afortunados, la fe en Dios. En los madrileños, esa fe es sinónimo de la pasión por el Cristo de Medinaceli, que este año está teniendo más visitas y peticiones que nunca. Medinaceli es una de las imágenes más veneradas y que generan más devoción de Madrid. Es fácil quitarle valor a la fe diciendo que, en este año de crisis, más que fe, lo que se tiene en Madrid es necesidad. Sin ser incierto, la verdad es que esa necesidad no nos lleva a los santuarios budistas, ni a las mezquitas. Ahora que la necesidad aprieta, volvemos a nuestros valores tradicionales, a nuestras creencias profundas, volvemos a Medinaceli. Es una demostración de que Europa, sobre todo España, no es comprensible sin hacer referencia al cristianismo y sus valores, como decía Burckhardt, bien por vinculación a los mismos o por oposición a ellos. La ortodoxia de la petición al Cristo establece que sólo serán atendidas las demandas de trabajo y salud. La salud no lo sé, pero lo del trabajo sí es una petición digna de ser considerada un milagro en estos tiempos.