Pinto
Contador entra en erupción
En Italia andan revolucionados, como locos. "¡Qué misterio Contador!, no brilla, se esconde!", titula "La Gazzetta dello Sport". "Está cansado", rezan otros. El chico de Pinto va a lo suyo, a aprovechar cada momento de descanso y reservar energías cuando el esquema del Giro le dice que aún queda mucha pendiente por subir, toda la terrorífica última semana para dejarse ver. No tiene tiempo de leer periódicos entre tanto desplazamiento.
Ayer, sin ir más lejos, en la etapa que acabó veloz gracias al impulso catártico que el propio madrileño impregnó al final, un centenar de kilómetros esperaban por carretera a los corredores hasta Reggio Calabria, allá donde el tacón italiano dibuja su punta orográfica, antes de tomar el ferry para salvar las aguas del Tirreno, un cisma entre la península y Messina donde el Etna, feroz, volvió a la vida en la madrugada del jueves.
Contador es igual. Ruge. Él es el volcán. Sólo hay que acercar la oreja a sus latidos, un agudo filo de ansia, de hambre que nunca se sacia, de eterno deseo por la victoria, para sentir al corazón que late, lleno de vida. De rabia. Desde el jueves, excavadoras y contenedores se han pasado día y noche puliendo los últimos siete kilómetros de la que será la primera gran etapa del Giro, amenazada por la erupción del volcán, rabioso. Van a perturbar su aparente tranquiilidad, a trastornar su simulada muerte activa y por eso explotó. El Etna es Contador , para el que "cada segundo de descanso es una clave". Él las tiene todas.
Una, que reza en Italia como credo máximo: cualquier repecho es mecha de explosión. No hacen falta subidas largas o escaladas agónicas, sólo piernas, ansia y buena colocación. Contador se topó con todo al entrar en Tropea, con prisas, pues le esperaban el centenar de kilómetros antes de subirse al ferry para cruzar el estrecho de Messina.
Sorpresa maravillosa, de espectáculo suyo cuando un maillot del Saxo Bank se aventajó al pelotón. Poco antes había marchado Oscar Gatto, un desconocido. Maulló en la tercera de las cuatro veces que miró hacia atrás al ver que ese jersey lo portaba un chico danzarín, pedalada inequívoca por bailona, espectacular. Era él, Alberto. "Me encontraba bien, estaba bien colocado y quería probarlo". Lo expresó cinco segundos antes que Antón, Purito, Nibali, Scarponi. Justo el tiempo que les aventajó que, sumado a los 12 segundos de bonificación, hacen diecisiete de ventaja sobre los favoritos, todos expectantes ante el volcán, la montaña y su rugido hoy. El otro, Contador, ya ha entrado en erupción.
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