Lenguaje
Sufijos y prefijos
Es un error muy frecuente en nuestros tiempos confundir con machistas a quienes critican el feminismo. Por supuesto, es un error que generalmente prefieren cometer a la gruesa las feministas de mente más espesa, pero las cosas no van mejor del lado opuesto: cualquier antimachista es catalogado automáticamente como sospechoso de feminismo. Yo creo que la única postura honorable en estos casos es estar siempre en contra de todo aquello que se forme añadiéndole a algo el sufijo «ismo». Las palabras terminadas con ese sufijo suelen denominar unas construcciones mentales (de ideas absolutamente irrealizables y puramente abstractas) que no suelen tener ninguna verdadera proyección práctica o utilidad real. Para sentirse mejores, a los fanáticos les encanta adherirse a ellas con la misma fuerza que el percebe lo hace a la roca y las suelen llamar ideologías, con la ingenua pretensión de que eso sirve para definirse como humanos. El único resultado es la nefasta voluntad de intentar dividir el mundo en buenos y malos, en amigos y enemigos, en correctos e incorrectos y todo aquel que pretenda exponer un matiz o salirse de la línea será automáticamente criminalizado. Por tanto, desconfíen de las palabras terminadas en «ismos». No se las crean. Tengo observado que ese sufijo desequilibra todo lo que toca y lo corrompe con el virus del fanatismo. Como filólogo, les confiaré que sólo hay una manera de equilibrar una palabra descompensada por un sufijo demasiado pesado. Consiste en el viejo truco físico de colocar en su otro extremo algo equivalente y antagónico que compense su peso. Así que, a toda palabra que encuentren con el sufijo «ista», ustedes automáticamente sitúenle delante el prefijo «anti», por si acaso, y sigan el resultado. Contemplarán una bonita demostración de física recreativa y, de paso, vivirán más equilibrados.
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